La nueva “guerra híbrida” en Europa y la sombra de Rusia, por Andrés Repetto

El interrogante quizás a esta altura es por cuánto tiempo se pueden seguir buscando sinónimos que eviten decir lo que ocurre con todas las letras
Continúa la guerra entre Rusia y Ucrania.
Continúa la guerra entre Rusia y Ucrania. Foto: REUTERS

La guerra se puede desarrollar en diferentes niveles, es una máxima de los expertos en conflictos armados. Sin duda, lo que vemos en distintas partes de nuestro planeta y nos llama más la atención son los enfrentamientos clásicos que están dejando muerte y destrucción, pero al mismo tiempo la guerra tiene un componente a nivel de propaganda por medio de los servicios de inteligencia. Es lo que se menciona mucho por estos días cuando se refieren a la guerra híbrida.

Esto es: borrar la línea entre lo que se interpreta como una situación de guerra. El ministro de defensa alemán dio una gran interpretación de los tiempos que nos tocan vivir cuando cuando habló de las interferencias y violaciones a los espacios aéreos de naciones de la OTAN por parte de Moscú: sostuvo que Alemania “no está en guerra, pero tampoco en completa paz”.

La idea de la “guerra híbrida” busca generar temor en la población, confusión. Acostumbrarse a una nueva realidad, incorporarlo como algo normal cuando claramente no lo es, correr los límites de las fronteras, deshacer lo establecido.

La palabra tiene en este contexto un peso crucial, ya que en este nuevo escenario no importa solo lo que se dice sino cómo. Incluso la diferencia de cómo etiquetar, titular una nueva realidad, puede significar la diferencia entre la guerra y la “paz híbrida”.

Durante los últimos días se vienen sucediendo hechos que en el pasado podrían haber sido tomados como puntos de quiebre, e incluso promotores de una guerra entre la OTAN y Rusia.

Entrada de drones a territorio de Polonia y Rumania, o incluso situación peores, como los sobrevuelos de aviones de combates rusos durante varios minutos sobre Estonia.

En estos casos se habló de “violaciones de los espacios aéreos” y ante esta situación la OTAN convocó a sus socios a consultas bajo el artículo 4 de la alianza militar.

Sin embargo, esta misma realidad podrían haberla titulado como un ataque.

Si esa hubiera sido la palabra utilizada por Polonia, por el impacto de algunos de los drones rusos que entraron desde Bielorrusia, entonces todo hubiera sido muy diferente. Polonia, o cualquiera de las naciones de la OTAN afectadas, deberían haber convocado a sus socios militares a través del artículo 5, donde una nación informa que fue agredida y el resto debe apoyarla si es necesario en una respuesta militar.

Estamos fingiendo que lo que pasa no está pasando, porque las consecuencia de dejar este mundo de palabras que no dicen lo que deberían significar parecen ponernos en un mundo paralelo y a salvo, donde se busca evitar la guerra abierta.

El interrogante quizás a esta altura es por cuánto tiempo se pueden seguir buscando sinónimos que eviten decir lo que ocurre con todas las letras, y ante esa respuesta, cuando podría darse un escenario bélico directo entre la OTAN y Rusia.