Comer de más en las fiestas: por qué los excesos pueden afectar la salud y acortar la vida, según expertos
Un especialista en nutrición advirtió que los excesos alimentarios típicos de las fiestas pueden tener consecuencias a largo plazo en la salud, especialmente a partir de los 40 años. Por qué comer de más, aunque sea durante los festejos de fin de año, impacta en la esperanza de vida.

Las fiestas de fin de año suelen estar asociadas al disfrute, los encuentros familiares y las mesas abundantes. Sin embargo, detrás de los tradicionales excesos por Navidad y Año Nuevo se esconde un riesgo que va más allá de unos kilos de más.
Según estimaciones médicas, los adultos pueden aumentar entre 0,4 y 1,5 kilos durante estas fechas, y una parte de ese peso suele mantenerse en el tiempo. El doctor Manuel J. Castillo, especialista en nutrición y endocrinología, reveló para La Vanguardia que el problema no es solo coyuntural, sino estructural.

“Comer mal resta años de vida siempre. Y cuando hablo de comer mal, no solo me refiero a lo que nos sienta mal, sino también a comer mucho. Desde hace años sabemos que el exceso de cierto tipo de alimentos es lo que más afecta a la longevidad”, afirmó el experto.
Castillo advirtió además que los excesos ya no se concentran únicamente en los días festivos. “Los excesos característicos de la Navidad hoy en día no se reducen a las fechas señaladas, sino que en noviembre empiezan ya las cenas de empresas, de amigos, etc.”
En ese contexto, sostuvo que vivimos en una “sociedad del exceso”, con una oferta constante de alimentos altamente apetecibles que favorecen el consumo más allá de las necesidades reales del organismo.

De hecho, el especialista señaló que “comemos entre un 30 y un 40% más de lo que necesitamos”. Este excedente no afecta a todas las personas de la misma manera. Por un lado, existe el denominado “genotipo ahorrador”, una predisposición genética que lleva a algunas personas a almacenar energía en forma de grasa o a retener sal. Por otro, aparece el “fenotipo ahorrador”, que puede activarse en situaciones de estrés o durante etapas como el embarazo.
¿Por qué comer de más puede tener consecuencias a largo plazo?
El cuerpo, aunque cuenta con mecanismos para metabolizar los excesos, paga un precio. “El organismo tiene que metabolizar también el exceso y esto genera unos productos, algunos dañinos, como son los radicales libres o los productos de glicación, que tienen efecto negativo y pueden favorecer el desarrollo de enfermedades”, explicó Castillo.
Lejos de demonizar las celebraciones, el especialista aclaró: “¡No soy un enemigo de las comidas navideñas, ni de las celebraciones! Al contrario, me encantan. Pero como en todo, hay que tener la fuerza de voluntad para autolimitarse”. En ese sentido, propone aprender a detenerse antes de alcanzar la saciedad total, una práctica habitual en Okinawa, una de las regiones con mayor longevidad del mundo. “Debemos saber parar a tiempo, dejar de comer cuando estamos al 80% de saciedad”, sostiene.

Consultado sobre alternativas como las dietas détox o el ayuno intermitente, Castillo recuerda que se trata de prácticas ancestrales. “Lo normal no es estar comiendo y picoteando todo el día”, explicó, y señaló que estos períodos de privación activan la autofagia, un proceso natural de renovación celular. Eso sí, aclaró que deben realizarse de manera adecuada y bajo supervisión.
Con el paso de los años, el impacto del exceso se vuelve más evidente. “A los 30 y muchos ya deberíamos empezar a comer moderadamente”, advirtió. A partir de los 40, la moderación se vuelve clave, y después de los 60, el organismo pierde capacidad para digerir y metabolizar ciertos alimentos, aumentando el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2 y los problemas cardiovasculares.
En ese marco, Castillo insistió en que el principal desafío no es renunciar a la Navidad, sino aprender a disfrutarla con equilibrio. “Hay que disfrutar de la Navidad y sus ricas comidas, pero es importante tener la fuerza de voluntad para parar de comer al igual que se para de beber”, concluyó.



















