Desde 1880 el Libertador de América descansa en la Catedral de Buenos Aires, aunque su pasado masón pudo haber torcido la historia y que haya sido otra su última morada. La historia de cómo se gestó el regreso de los restos y el recelo del clero católico para aceptar que reposen allí.
Mausoleo en la Catedral de Buenos Aires.
José Francisco de San Martín -el padre de la Patria- murió el 17 de agosto de 1850 en Boulogne-sur-Mer, Francia. Debieron pasar 30 años para que sus restos descansen en Argentina en una gestión iniciada por el entonces presidente, Nicolás Avellaneda.
El 11 de abril de 1877 se firmó el decreto para la creación de una Comisión encargada de la repatriación de los restos, la misma estuvo a cargo de Mariano Acosta quien era vicepresidente de la Nación. Pero la polémica no tardó en aparecer ya que el clero se opuso en un primer momento a que el mausoleo sea construido en una iglesia debido a que San Martín, siendo masón, "no podía ser alojado en un lugar consagrado".
Retrato de San Martín en sus últimos años.
La explicación oficial de la disputa entre masones con los católicos surge con la expulsión de los jesuitas del Río de la Plata, en 1767, pero a pesar de las diferencias lograron llegar a un acuerdo. La versión más fuerte es que la comisión ofreció sumar un presupuesto extra para realizar trabajos de restauración en el templo, algo que los miembros eclesiásticos aceptaron encantados y finalmente el mausoleo se construyó al lado de la Catedral, en un terreno que emplazaba el cementerio que cada iglesia de este tipo contenía.
Los restos del general llegaron el 28 de mayo de 1880 a bordo del Transporte ARA Villarino. A su arribo una carroza tirada por seis percherones negros llevó el ataúd cubierto por la bandera del Ejército de los Andes, dos coronas con palmas de Yapeyú -lugar de su nacimiento- y otra con gajos de pino de San Lorenzo. La carroza recorrió desde Retiro hasta la Catedral.
Caricatura de El Mosquito sobre la repatriación de los restos de San Martín.
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Donde actualmente descansan sus restos, está ubicada en la nave derecha del templo y posee un piso de mosaicos con pequeñas estelas que dibujan espinas, clavos y otros motivos de la Pasión que se extienden por toda la Catedral. El monumento que contiene al Libertador está hecho en mármol rosado y la base compuesta del mismo material color rojo francia. Por su parte la lápida, también de mármol, es de rojo imperial y el sarcófago negro belga.
Placa que recuerda que fue Avellaneda quien inició las gestiones para traerlo de regreso.
El féretro está custodiado por dos granaderos.
Uno de los mitos más comentados al respecto del mausoleo es la ubicación del cajón, se dice que la cabeza del mismo se colocó inclinada como símbolo de la predestinación al infierno con la que cargan aquellos de condición masón.
Lo cierto es que sí está colocado inclinado pero debido a que San Martín fue colocado en un triple féretro: uno de plomo, otro de roble y el otro de abeto y como consecuencia hizo que el sarcófago donde fue puesto quedara chico.
Plano que muestra la posición del féretro.
Son incontables las historias que han surgido en torno a San Martín, algunas con un tono fantasioso, lo cierto es que a más de 120 años de su muerte aún siguen vigente las distintas versiones sobre cómo se gestó la llegada de sus restos y la trabajosa negociación para que finalmente lograra su eterno descanso en el lugar que mejor simbolizara el agradecimiento del pueblo a su héroe.
Por Yasmin Ali
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