La hazaña del “hombre de Malvinas”: voló solo a las islas y desplegó la bandera argentina en reclamo de la soberanía

El 8 de septiembre de 1964 tuvo lugar un hecho trascendental en el reclamo de soberanía argentino sobre las Islas Malvinas y una hazaña de la aviación cuando Miguel Lawler Fitzgerald, hijo de irlandeses nacido en la Ciudad de Buenos Aires, logró lo impensado.
En 1962 hizo un vuelo sin escalas uniendo Nueva York y Buenos Aires, despertando en él una idea descabellada: ser el primer argentino en volar a las Islas y tocar tierra sin pedirle permiso. Todo en un contexto en el cual la ONU trataba el asunto Malvinas y era tema de conversación entre pilotos.
Así fue el viaje que terminó con la bandera celeste y blanca flameando en un territorio donde nunca debió dejar de exhibirse.
Un sueño argentino en el aire
Durante varios meses planificó el viaje en absoluto secreto. Contactó a un amigo, Siro Comi, de Monte Grande, quien era representante de la marca de aviones Cessna y dueño del Aeródromo en Luis Guillón, en Esteban Echeverría, y así consiguió prestado un Cessna 185 matrícula LV-HUA y los gastos de combustible.
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La avioneta cambió de nombre al de Don Luis Vernet, quien el 10 de junio de 1829 fue nombrado primero gobernador argentino en las islas hasta el 10 de septiembre de 1832. Despegó de zona sur rumbo a Trelew, donde cargó combustible e hizo noche en Puerto Madryn, luego por Comodoro Rivadavia, donde arregló las bujías de la avioneta.

Río Gallegos fue la última parada previo al vuelo de 550 kilómetros, sin hoja de ruta y esquivando radares. Llevaba chocolate y café, además de la bandera.
Tres horas y quince minutos en el aire relató lo que veía: “Identifico Puerto Stanley entre cien islas e islotes, busco la pista y aterrizo. Me bajo del avión, saco la bandera y la cuelgo del enrejado de la cancha. La bandera británica ondeaba sobre la residencia del gobernador, mostrándome la dirección de los vientos, cosa que aproveché para aterrizar, después de describir varios círculos sobre la población”.
El rumor de que un argentino estaba en las islas no tardó en divulgarse y cuando Fitzgerald vio que se acercaban para arrestarlo, volvió al avión y regresó a la capital de Santa Cruz. En Buenos Aires lo recibieron como un héroe.
Relato en primera persona
Fue el diario Crónica quien tuvo la exclusiva con sus declaraciones, explicando qué lo llevó a semejante proeza:
“Me di cuenta de que en ese año, 1964, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) trataría en su agenda temas relacionados con la descolonización de territorios. Decidí que era hora de pasarle el plumero sobre el sentimiento nacional, para mantener viva en el país la reivindicación sobre el suelo arrebatado de manera inadmisible.
Comenté mis intenciones sobre hacer este vuelo a Ciro Comi. Él era el representante de Cessna en la Argentina y yo le había traído muchos aviones desde Estados Unidos. Se mostró dispuesto y me ofreció un avión, que fue sometido a algunas modificaciones. Se trataba de un Cessna 185 de 260 HP matrícula LV-HUA, al cual nombré Luis Vernet.

Mantuve el plan en total reserva. Casi nadie estaba enterado del tenor del vuelo que realizaría el avión que se estaba modificando. Horacio Franco era uno de los pocos informados. Fue responsable de agregar tanques de combustible con una capacidad total de 200 litros. Pedro Roldán, el dueño del taller, y el resto de los mecánicos presumían que el avión enfrentaría un viaje largo e importante. El radiotécnico, Roberto Quintana, colocó una radio UHF de larga distancia en el asiento del copiloto. También se agregó una bomba eléctrica (la misma que se utilizaba para traer los aviones en vuelo, desde fábrica)”.
Durante su estadía de 15 minutos en la isla llegó a cruzarse con un isleño, le dio una carta que era para el gobernador: “Yo, Miguel Fitzgerald, con todo el derecho que me da ser ciudadano argentino, les exijo que se retiren de las Islas Malvinas”.