Son tiempos difíciles los que atraviesa Afganistán, un país en permanente estado de conflicto y atrapado entre bandos en pugna. Hoy se desangra con la nueva llegada de los talibanes de facto al poder y sufre las dramáticas consecuencias del creciente enfrentamiento armado del grupo islámico terrorista contra los Estados Unidos. Pero en otros tiempos, los ahora enemigos... fueron socios inseparables. Así fue la historia.
Ronald Reagan, presidente estadounidense, junto a talibanes.
Es el caso de esas pareja que viven bajo el mismo techo por simple conveniencia. El peligroso viaje de a dos que muchas veces implica -ni más ni menos que- dormir con el mismísimo enemigo. Todo se termina en un abrir y cerrar de ojos. Pero la historia no queda atrás, no todo pasa. Y es que donde hubo fuego, cenizas quedan; aunque claro que entre los Estados Unidos y los talibanes, hubo mucho más que una cercana relación: hubo complicidad geopolítica y muy precisos objetivos comunes en Afganistán.
Ahora pretenden dejar aquella unión en la perversa nebulosa del pasado, pese a las evidencias y los reveladores documentos que siguen allí, para atestiguar e impedir que el mundo entero olvide lo que -juntos- hicieron bajo las sucias sábanas del poder, en tiempos de la Guerra Fría.
De ese amor que ambas partes compartían y profesaron a la vista de los demás, encendidamente apasionados contra la -ya extinta- Unión Soviética, quedaron varias imágenes para el recuerdo. Casi como una bella foto familiar, preservada en el más bello marco dorado para ser exhibida ante propios y extraños sobre la cálida chimenea del hogar. El año: 1983. El lugar: la Casa Blanca, sede del gobierno de los Estados Unidos de América. Los protagonistas: Ronald Wilson Reagan, cuadragésimo presidente estadounidense, junto a sus amigos y socios Talibanes. Allí comenzó este romance devenido en escandaloso divorcio.
Por aquellos años, norteamericanos y Talibanes fueron lo mismo: eran como carne y uña. Los negocios, los oscuros intereses y -en definitiva- la guerra son así.
Estadounidenses y talibanes, juntos en la Casa Blanca.
La guerra de Afganistán de 1978-1992, también conocida como guerra afgano-soviética o guerra ruso-afgana, fue la primera fase del largo conflicto de la guerra civil afgana. El enfrentamiento se extendió desde abril de 1978 hasta el mismo mes de 1992, cuando chocaron las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán, apoyadas -entre diciembre de 1979 y febrero de 1989- por el Ejército Soviético, contra los insurgentes muyahidines, unos violentos grupos de guerrilleros afganos islámicos que contaban con el apoyo incondicional de una coalición internacional encabezada por los Estados Unidos.
Los Talibanes recibían ayuda económica, política, logística y militar de parte de la Casa Blanca y la CIA, de eso no hay dudas. Incluso Osama Bin Laden fue fogoneado desde 1979 por los Estados Unidos y se le dio entrenamiento en un campo de la Central de Inteligencia norteamericana en Afganistán; en donde ameritaba que las tropas norteamericanas unieran sus fuerzas a las de los talibanes en su lucha contra los "rojos" soviéticos. Nadie dudó en ejecutar ese plan, y así crearon un nuevo Frankenstein, que luego no pudieron controlar.
Si alguna duda cabe sobre este irrefutable hecho histórico, basta con recordar las palabras expresadas por el ex actor de Hollywood devenido en presidente de los Estados Unidos. Dijo Ronald Reagan por entonces: "These gentlemen are the moral equivalents of America's founding fathers"... o sea: "Estos caballeros son el equivalente moral a los padres fundadores de América" (textual, 1985).
Tras más de nueve años de guerra, la Unión Soviética se retiró de Afganistán en 1989, luego de firmar los Acuerdos de Ginebra entre Pakistán y la República Democrática de Afganistán.
Aunque, claro que la paz nunca iba a llegar.
Cuando los talibanes eran buenos para los norteamericanos. Final de "Rambo III".
Para que el mensaje quede mucho más claro todavía, la máquina propagandística norteamericana -que no sólo invade países con armas y guerras preventivas- marcó terreno y expresó (muy clara y sin ambages) su posición, y lo hizo del modo menos pensado: con la película "Rambo III", de 1988. En el film, el casi indestructible héroe de la nación de las barras y estrellas se unía a los leales talibanes en su descarnada lucha contra los rusos y el comunismo. Una placa sobreimpresa en el celuloide, lanzaba el mensaje fuerte y claro: "This film is dedicated to the gallant people of Afghanistan" ("Esta película está dedicada al valiente pueblo de Afganistán").
Así veía Estados Unidos a los Talibanes en otros tiempos. "Rambo III", de 1988.
Aún resuena en el aire -una y otra vez- aquella lapidaria frase para la historia: "Estos caballeros son el equivalente moral a los padres fundadores de América".
Estados Unidos debe tomar algo que remedie -más temprano que tarde- su alarmante falta de memoria. O tal vez se trate simplemente de una descarada desfachatez.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Twitter: @mdGarciaOficial
Nota: El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica.
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