Opinión de Juan Pablo Lohlé: Los vecinos están obligados a encontrarse

Los encuentros entre Brasil y Argentina son fríos y carecen de naturalidad. Las fotos son la representación gestual de la falta de afinidad.
Javier Milei y Lula da Silva en la cumbre del G20 de Río de Janeiro. Foto: Reuters.
Javier Milei y Lula da Silva en la cumbre del G20 de Río de Janeiro. Foto: Reuters.

Juan Pablo Lohlé, exembajador de Argentina en Brasil y España, brindó su opinión en El Economista sobre la relación entre nuestro país y la nación presidida por Lula da Silva.

Juan Pablo Lohlé, ex embajador argentino en Brasil
Juan Pablo Lohlé, ex embajador argentino en Brasil

A continuación, reproducimos lo expresado en dicho artículo:

El historiador Paul Braudel decía que mirar el pasado es una buena oportunidad para no cometer los mismos errores en el futuro. Nuestros países, Argentina y Brasil, en este presente están condicionados por sus diferentes miradas políticas (en su mayoría opuestas). Llevamos dos gobiernos, ocho años, haciendo lo mismo, ¿será la manifestación más clara de haber perdido el rumbo en la política de Estado?

Las coincidencias no se lucen y los focos mediáticos iluminan con frecuencia las divergencias. Naturalmente el contexto internacional no ayuda, porque se caracteriza por la fragmentación y la conflictividad que se manifiestan en guerras entre países y nuevas alianzas a nivel mundial. El multilateralismo va mutando a un “personalismo presidencial extremo”, sin los contrapesos y equilibrios necesarios y también lleno de incertidumbres. Se agrega un lenguaje político cambiante y procaz por algoritmos de las redes invisibles como signo de comunicación de nuestro tiempo. A pesar de ello, siempre hay que tener en cuenta que los vecinos están obligados a encontrarse y ello no lo determinan las ideas sino la geografía. Si no es la política, es la música, la literatura, la poesía, los artistas, los paisajes, los mares, las montañas, la selva, los deportes, las empresas y las admiraciones recíprocas.

Hace por lo menos dos períodos presidenciales que los residentes de Argentina y Brasil no se han reunido bilateralmente, ni celebrado la amistad entre ambos países. Los encuentros son fríos y carecen de naturalidad. Las placas fotográficas son la representación gestual de la falta de afinidad. Siendo gobiernos de distintos signos políticos allí queda la foto para que el público pueda sacar sus conclusiones.

En otros tiempos, poder entenderse con quien piensa distinto era valioso. Ahora parece innecesario o tal vez inútil. Así se explica la falta de diálogo y la falta de interés en conversar aunque sea para conocer el pensamiento ajeno. Que además merece respeto y consideración.

¿Es necesario tener el mismo signo político o las mismas ideas para que ambos países tengan relaciones normales? ¿Hasta dónde llegan los compromisos? ¿Tienen que tener affectio societatis? ¿Es imaginable pensar distinto y entenderse en función del interés recíproco tanto nacional como regional? ¿Hay reglas no escritas que hacen a la costumbre internacional de buenas prácticas políticas entre socios y vecinos? ¿Hay un tratado de Asunción de 1991 refrendado por los parlamentos de nuestros países? Los parlamentos tienen la misión de hacer valer los intereses que ellos mismos han aprobado: ¿por qué no debatirlos? Salir del Mercosur no es una facultad exclusiva del Poder Ejecutivo. ¿De qué sirven las amenazas? ¿A quiénes van dirigidos esos mensajes?

¿Qué rol juega la sociedad civil y que posibilidades tiene de influir en intereses comunes? Si Donald Trump le aplica aranceles mayores a Brasil, ¿qué actitud debe tomar Argentina? Por otro lado, Argentina pretende tener excepciones al arancel externo en común para un universo de productos con Estados Unidos y para ello necesita el acuerdo de los socios del Mercosur.

Lo paradójico de la situación es que se trata de cuestiones comerciales que en el fondo tienen una profunda raíz política. Las relaciones entre nuestros países fueron definidas fundamentalmente por estadistas que incluyeron a los técnicos para su elaboración. Los cambios en lo global y lo regional no han encontrado aún el nuevo camino a seguir ni la masa crítica necesaria para un aggiornamiento. Para ello hay que procurar un mejor clima bilateral y tener una discusión o debate amplio que ponga las convergencias por sobre las divergencias en una estrategia común consensuada. El presidencialismo extremo evita estos propósitos. Si en el futuro nos aguarda un acuerdo con la Unión Europea, con el EFTA y con Estados Unidos podemos decir que hemos avanzado positivamente. Los hechos superan a las palabras y la realidad a las afinidades.