Mientras Nepal atraviesa una profunda crisis, China, India y EE.UU. se disputan su atención como pieza estratégica clave
Nepal vuelve a ocupar el centro del tablero del Himalaya. Aunque eclipsado por potencias más ruidosas, este pequeño Estado de compleja orografía y frontera compartida con dos gigantes —China e India— se ha transformado silenciosamente en una pieza clave dentro del juego geoestratégico asiático. La reciente crisis política interna y la reactivación de proyectos económicos por parte de Estados Unidos, ha vuelto a evidenciar algo que en la geopolítica nunca se perdió de vista: quien incline a Katmandú, altera el equilibrio de poder regional.
La posición geográfica de Nepal: entre gigantes
Nepal es un Estado pequeño pero estratégico, enclavado en el corazón del Himalaya. Limita al norte con China (región del Tíbet) y al sur, este y oeste con la India. Esta ubicación lo convierte en un auténtico pivote geopolítico: un tipo de Estado cuya importancia no reside en su poder intrínseco, sino en su posición crítica y en su capacidad para alterar el equilibrio regional si modifica su alineamiento.
Nepal encaja plenamente en esta definición por al menos tres razones fundamentales:
- Ubicación entre China e India: está situado entre las dos potencias más pobladas del planeta, que a su vez son rivales estratégicos con desconfianza histórica mutua.
- Altiplano del Himalaya como barrera natural y vía de acceso: controlar el entorno nepalí no solo es útil para observar al otro, sino también para proyectar influencia o impedir la proyección del rival.
- Posibilidad de cambiar de orientación estratégica: si bien históricamente se ha inclinado hacia India, Nepal ha coqueteado con China en las últimas décadas, y estos movimientos generan ondas de choque geopolíticas.
El poder que fluye: hidroenergía e influencia en el Himalaya
La geografía montañosa de Nepal y sus abundantes recursos hídricos se han vuelto un activo geoestratégico crucial. China lo comprendió temprano: en diciembre de 2014, aumentó su ayuda oficial al país en más de cinco veces, de 24 millones de dólares a 128 millones de dólares entre 2015 y 2016. A través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), Beijing promovió proyectos hidroeléctricos como el West Seti y el Budhigandaki, ofreciendo financiamiento, tecnología y promesas de conectividad transfronteriza. El objetivo no era solo generar electricidad, sino anclar a Katmandú dentro de su órbita económica, desdibujando el histórico predominio de influencia indio. Sin embargo, el entusiasmo chino choca con las particularidades del sistema nepalés: la inestabilidad política.
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India, por su parte, no se quedó inmóvil. Tradicionalmente dominante en Nepal por cercanía cultural, vínculos históricos y dependencia logística, Delhi percibió la expansión china como una amenaza directa a su espacio natural de influencia. Su respuesta fue contundente: firmó acuerdos bilaterales para la compra de electricidad nepalí, financió represas propias y ofreció acceso preferencial a su red eléctrica.
Las protestas de 2025: ¿equilibrio, giro o reposicionamiento?
Las recientes protestas de septiembre de 2025, con más de 70 muertos y más de 2000 heridos, sacudieron al gobierno de coalición liderado por Pushpa Kamal Dahal (Prachanda), considerado un actor proclive a China. La magnitud de la revuelta, impulsada por demandas anticorrupción y hastío ante el estancamiento económico, forzó la renuncia del gabinete y la designación interina de Sushila Karki, una figura con perfil más institucionalista y ajena a los grandes alineamientos geopolíticos.
El cambio de liderazgo en Nepal impacta directamente en los planes de China. Pekín había cultivado una estrecha relación con el gobierno de Prachanda, lo que facilitó varios acuerdos bilaterales. Con la salida de este grupo del poder, proyectos vinculados a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), como el ferrocarril Gyirong-Kathmandú o la expansión de las redes eléctricas tibetanas, podrían verse comprometidos.
Mientras tanto, Estados Unidos ya tiene una herramienta instalada en el tablero: el Millennium Challenge Corporation (MCC) Nepal Compact, un acuerdo de cooperación de 500 millones de dólares, en ejecución desde agosto de 2023. Este programa no solo busca mejorar rutas y redes eléctricas internas, sino facilitar la exportación de energía desde Nepal hacia India, integrando aún más al país en el sistema energético surasiático. Se trata de una jugada de infraestructura para inclinar el pivote hacia el sur, alejándolo del abrazo tibetano de Beijing. La transición en Nepal no implica necesariamente un giro anti-chino. Pero sí abre una ventana táctica para EE.UU. e India.
¿Hacia dónde girará Nepal?
Nepal vuelve al centro del tablero. Las protestas no solo derribaron a un gobierno, sino que alteraron el ritmo del juego geopolítico en el Himalaya. Lo que está en juego no es solo un país pequeño, sino el control indirecto de un punto de paso clave entre las esferas de influencia de China, India y Estados Unidos. En los próximos meses, el eje de tensión no será militar ni diplomático, sino logístico y energético. Y en ese nuevo escenario, el que logre anclar a Nepal con más eficacia definirá el rumbo del pivote.