El país debe definir una política clara en interés de su defensa nacional: ¿establecerá una alianza con los EE.UU. y el resto de las naciones americanas en una verdadera política hemisférica, o será un peón de los intereses británicos y asiáticos renunciando en la práctica a su reclamo por Malvinas?
El 24 de septiembre, la ministro de relaciones exteriores de la Argentina anunció en la ciudad de Nueva York un acuerdo de cooperación con el Reino Unido de Gran Bretaña. Si bien los términos definitivos no son aún conocidos, se anunció que tiene por objeto reestablecer vuelos hacia las Islas Malvinas desde San Pablo (Brasil) vía Córdoba, cierta especie de cooperación en los temas de pesca en el Mar Argentino, y la autorización británica para que los familiares de los muertos en la Guerra de Malvinas puedan visitar las tumbas en el Cementerio de Darwin, y continuar con el reconocimiento de los que falta identificar. Sobre esta última autorización británica (que sería lo único de interés para Argentina) debemos destacar que no corresponde que integre dicho acuerdo dado que razones humanitarias obligan al Reino Unido a concederlo sin más.
El anuncio de Diana Mondino despertó distintas reacciones. Sin embargo, nos interesan las consecuencias geopolíticas que este acuerdo podría traer.
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El Atlántico Sur tiene relevancia geopolítica por su ubicación geográfica, que incluye uno de los principales pasos interoceánicos y la proyección antártica, y por los recursos naturales que posee: pesca y petróleo. Es decir, alimentos y energía, los recursos más preciados actualmente por China y por Europa. No sin razón los países de la región sufrimos en conjunto la depredación pesquera y las aspiraciones hegemónicas de las potencias extracontinentales sobre los mares americanos y la Antártida.
Conviene en este aspecto recordar que el Atlántico Sur constituye la mayor zona pesquera del mundo, lo que también le otorga a la cuestión una enorme trascendencia económica.
Sin dudas este tema excede en mucho el conflicto bilateral entre Argentina y Gran Bretaña por el gobierno de las Islas Malvinas, porque estamos hablando de que, mientras Argentina sufre niveles de pobreza e indigencia nunca vistos, las potencias extracontinentales se están llevando de territorio argentino una cuantiosa fortuna en alimentos.
A eso se le suma el daño ecológico que causan en el Atlántico Sur, algo en abierta contradicción con el llamado del Papa Francisco, en la encíclica Laudato Si'. Debemos implementar políticas hemisféricas que aseguren el cuidado de nuestra casa común, que es América, frente a la avidez de las potencias extracontinentales que saquean, degradan y agotan la riqueza ictícola de nuestros océanos, exigiendo políticas continentales que protejan la sustentabilidad de nuestros recursos.
Por estas razones, todo lo vinculado al Atlántico Sur compromete la defensa nacional y, consecuentemente, también la defensa hemisférica, ya que se trata de un conflicto con una potencia extracontinental. Establecido ello, veamos en particular el tema de la ocupación británica de las Islas Malvinas.
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Lo primero que debemos resaltar es que los Estados Unidos nunca reconocieron la soberanía británica sobre las islas. Para ellos es una cuestión hemisférica que se resume en la denominada doctrina Monroe, por la cual rechazan toda injerencia extracontinental en América.
EE.UU. solo reconoce la ocupación de facto y propone que la solución al conflicto sea el diálogo bilateral entre Argentina y Gran Bretaña que incluya la soberanía, la misma posición asumida hasta ahora por nuestro país.
La posición británica es un dialogo trilateral, incluyendo a los kelpers, y excluyendo la cuestión de la soberanía.
En este aspecto no debemos olvidar que la actual Canciller Mondino, antes de las elecciones presidenciales de 2023, realizó declaraciones ante un medio británico destacando la importancia de respetar el principio de autodeterminación de los isleños para la solución del conflicto de soberanía que nuestra República mantiene con el Reino Unido.
En el actual acuerdo alcanzado, que por supuesto excluye la cuestión de la soberanía, habrían participado de las negociaciones los kelpers, según ellos mismos lo hicieron saber a través de un comunicado que no fue desmentido por Cancillería.
Podemos entonces concluir que, sin dudas, se cumple totalmente la pretensión británica de incluir en el diálogo a los isleños y excluir la discusión sobre soberanía, dejando de lado la posición argentina, que coincide con la de los EEUU.
Este polémico giro diplomático contradice el anunciado alineamiento con EE.UU. que proclamó el presidente Javier Milei al asumir su gobierno.
Lejos quedó en el tiempo la visita de la Jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, General Laura Richardson el pasado 2 de abril, quien tras una imprevista reunión con el Presidente Milei en la ciudad de Ushuaia, donde se entonó la Marcha de las Malvinas, anunció la construcción de una base naval conjunta con los EE.UU. en la zona: “Se trata de un gran centro logístico que constituirá el puerto de desarrollo más cercano a la Antártida y convertirá a nuestros países en la puerta de entrada al continente blanco”, dijo entonces el presidente.
Al día siguiente, la general Richardson fue recibida en el Senado de la Nación por la Vicepresidente de la República Victoria Villarruel. Al término de la reunión se informó que ambas funcionarias abordaron temas estratégicos en común sobre energía, alimentos, desafíos continentales y política hemisférica. La foto oficial de la reunión muestra a ambas autoridades sonrientes y a la General norteamericana sosteniendo un libro que en la tapa tiene impreso el mapa de las Islas Malvinas, que le fue obsequiado por la Vicepresidente.
El interés norteamericano por la cuestión Malvinas y el Atlántico Sur es evidente y confluye con el interés Argentino.
¿Y dónde nos deja parados este nuevo acuerdo con Gran Bretaña? Una vez más el Reino Unido interfiriendo en la relación continental a través de la manipulación de la diplomacia de la Argentina.
¿Es intención de nuestra cancillería avanzar con la base logística en Ushuaia propuesta por EE.UU. o, a través del acuerdo, su intención es que Gran Bretaña domine el Atlántico Sur, el paso interoceánico al océano Pacífico y el acceso a la Antártida?
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Pediría Bilardo a su selección si fuera un partido del mundial. ¿Es conveniente para nuestra Nación incluir en el escenario a Brasil como el encargado de abastecer la logística hacia las Islas, considerando que además es el representante de los BRICS y el gran socio de China en nuestra región?
No solo China tiene grandes intereses en lo que suceda en el Atlántico Sur, sino que además esta vinculación logística con Brasil va en sentido directamente contrario del declamado propósito de revincular a la Argentina con los isleños. Dicha política, que ya se ensayó con anterioridad a la guerra de Malvinas, justamente buscaba que el vínculo de los isleños fuera con la Argentina. El acuerdo promovido por Mondino establece que su vinculación con el continente sea con Brasil, a través de su principal ciudad económica, San Pablo.
Más allá de algunas voces aisladas, el único cuestionamiento serio contra el acuerdo fue justamente el de la Vicepresidente Villarruel que resaltó los perjuicios que ocasiona a los intereses de nuestra Nación.
Se destaca la denuncia por la depredación en nuestro Atlántico Sur, y el llamado de atención cuando dice: “Resulta insólito que mientras los EE.UU. nos ofrecen buques guardacostas para proteger nuestro Mar Argentino del pillaje extracontinental, nosotros propongamos cooperar con la potencia que usurpa nuestro territorio.”
Este es el desafío de la actualidad, esto es lo que se está discutiendo en el Atlántico Sur, y nuestro país debe definir una política clara en interés de su defensa nacional: ¿Establecerá una alianza con los EE.UU. y el resto de las naciones americanas en una verdadera política hemisférica, o será un peón de los intereses británicos y asiáticos renunciando en la práctica a su reclamo por Malvinas?
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