La advertencia de Brzezinski y la actualidad del “gran tablero”.
Por Damian Carca - Geopolítica en acción
Miércoles 7 de Mayo de 2025 - 17:18
Donald Trump, presidente de Estados Unidos. Foto: Reuters/Nathan Howard
En 1997, Zbigniew Brzezinski —ex consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos y uno de los grandes arquitectos de la geoestrategia norteamericana durante la Guerra Fría— advertía que Eurasia sería el principal tablero geopolítico del siglo XXI. En su magistral obra El gran tablero mundial, planteó con claridad que el mayor desafío para Washington sería impedir creación de una coalición euroasiática capaz de cuestionar su primacía global. Controlar Eurasia, afirmaba, es controlar el destino del mundo. Esa advertencia hoy resuena con fuerza
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La política arancelaria de Estados Unidos, lejos de consolidar alianzas, está alimentando tensiones con actores estratégicos relevantes. Recientemente, Japón, Corea del Sur y China —tres naciones que históricamente han estado enfrentadas— emitieron una declaración conjunta en contra de las políticas comerciales de Washington. Esta convergencia inesperada remite a una lógica conocida: cuando surge una amenaza mayor, incluso antiguos rivales se alinean. Así ocurrió con la Triple Entente entre Francia, Gran Bretaña y Rusia a principios del siglo XX frente al auge alemán.
Reunión trilateral entre Japón, Corea del Sur y China. Foto: EFE
Hoy la amenaza no es militar, sino económica y estructural. Las barreras comerciales impuestas desde Washington, pensadas para hacer fuerte otra vez a la industria estadounidense, a su vez podrían generar otra consecuencia impensada: la integración política y estratégica entre potencias euroasiáticas.
¿Podría Estados Unidos, sin proponérselo, estar propiciando el nacimiento de una nueva alianza continental que lo excluya?
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Europa también muestra signos de distanciamiento. ¿Podría acaso dejar atrás su histórica dependencia estratégica de Washington? Parecía difícil pensarlo… hasta hace solo un par de meses. Un nuevo paso importante en esa dirección ha sido el acuerdo entre China y el Parlamento Europeo para levantar por completo las restricciones a los intercambios, impulsando así las relaciones bilaterales. Esta medida no solo refuerza los lazos económicos euroasiáticos, sino que también refleja una creciente voluntad de Bruselas por profundizar sus asociaciones más allá del eje transatlántico.
Brzezinski lo explicó con claridad: la influencia global de Estados Unidos depende de mantener su “cabeza de puente” en Europa y su anclaje estratégico en Asia Oriental. Una Europa que se convierta en contrapeso en lugar de socio, y una Asia que comience a coordinarse sin Estados Unidos, abrirían paso a un escenario en el que Washington podría quedar progresivamente marginado del centro de gravedad global.
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Si bien el poder militar de Estados Unidos continúa siendo incomparable, su capacidad de moldear consensos se ha visto erosionada por una creciente desconfianza entre sus aliados tradicionales.
Y ahí el riesgo, entonces, no es sólo la aparición de una gran potencia rival, sino la formación de una coalición entre varios actores que, aunque divididos por sus historias, se unan por el rechazo a una política estadounidense percibida como impredecible o unilateral.
Brzezinski comprendía que una hegemonía sostenible no se basa únicamente en el predominio de la fuerza, sino en la capacidad de estructurar el orden internacional. Esa arquitectura de cooperación está hoy en riesgo.
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Frente a esta realidad, la pregunta no es si Estados Unidos sigue siendo una superpotencia, sino si será capaz de seguir siéndolo en un entorno donde sus aliados empiezan a actuar como actores autónomos, y sus rivales encuentran causas comunes para unificarse. En palabras del propio Brzezinski, la tragedia de una potencia dominante es no reconocer a tiempo que su mayor enemigo puede ser su propia complacencia. ¿Está Estados Unidos aún a tiempo de redibujar las líneas de su juego en el tablero euroasiático, o ya ha comenzado a mover piezas que lo dejarán fuera de partida?
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