De estar llenos de vida a quedar casi desiertos: 3 “pueblos fantasmas” cerca de CABA que se pueden visitar en auto

Lejos del bullicio de las grandes ciudades y el intenso movimiento de las urbes, hay pueblos bonaerenses que alguna vez fueron centros de trabajo, turismo o de encuentro social, pero que hoy están casi vacíos, prácticamente suspendidos en el tiempo.
Con la llegada del ferrocarril, la mayoría de ellos conoció su auge, lo que los llevó al progreso, la comunicación y el movimiento.
Pero en cuanto las vías se apagaron y ya no pasó el tren, estos lugares se transformaron en “pueblos fantasmas”, pero que aún guardan historias y experiencias únicas.
Los pueblos que hoy se consideran “fantasmas”
Estela, Partido de Puán
A 665 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, Estela fue un pequeño pueblo que alcanzó su máximo esplendor cuando el tren aún llegaba a su estación.
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Durante los años ‘90, allí vivían unas 100 personas, pero cuando se suspendió el servicio ferroviario, la población comenzó a disminuir de forma abrupta. Ya en 2001, apenas quedaban unos 25 habitantes, y para el 2010, solo vivía allí una pareja, que resistía en el lugar.

Estela, en sus mejores épocas, tenía una escuela, incluso una comisaría y también un almacén y una fábrica de harinas. Caminar por lo que queda hoy es como un viaje al pasado, donde el silencio domina cada rincón.
Villa Epecuén, Partido de Adolfo Alsina
Este antiguo balneario turístico del oeste bonaerense en su auge recibía hasta 25 mil visitantes por temporada, atraídos por las aguas saladas del lago homónimo, con propiedades curativas comparables a las del Mar Muerto.
Empero, para 1985 una inundación arrasó con todo, cubriendo al pueblo por completo y los 1.500 habitantes debieron evacuarse.

Hoy, entre las ruinas blancas y los esqueletos de árboles secos, Villa Epecuén es un destino de culto para fotógrafos y viajeros que buscan contemplar un paisaje surrealista y diferente de todo.
Gándara, Partido de Chascomús
En las cercanías a la Ruta 2, Gándara fue un ejemplo de desarrollo industrial gracias a la famosa fábrica de lácteos, que tuvo cientos de empleados y dio vida a todo el pueblo.
Como suele suceder en estos casos, a su alrededor se levantaron viviendas, un monasterio y por supuesto, la estación de tren. Pero cuando la planta cerró en 2003, el pueblo quedó casi por completo.

Pero hoy apenas queda un puñado de habitantes y a pesar del abandono, la estación ferroviaria continúa activa y Gándara se ha convertido en un punto de interés para ciclistas y viajeros que recorren la zona de Chascomús en busca de historias olvidadas.
Por sus calles silenciosas y sus memorias a flor de piel, estos pueblos son una ventana al pasado y destinos ideales para una escapada diferente.
















