Considerado el pintor de puertos, se transformó en una de las personalidades más destacadas de la cultura argentina del siglo XX. Siendo autodidacta logró triunfar en Europa retratando el día a día de una Buenos Aires, hasta ese momento, desconocida. El abandono que lo marcó y el no a Benito Mussolini.
Quinquela Martín.
La vida de Benito Quinquela Martín no fue nada fácil desde su nacimiento, fue abandonado en la Casa de Niños Expósitos el 20 de marzo de 1890 con una flor bordada, cortada por la mitad, y una nota que decía "este niño ha sido bautizado y se llama Benito Juan Martín”. Lo de la flor remite a una vieja costumbre utilizada al momento: si la madre biológica decidía contactarse, debía mostrar la parte que faltaba. En el caso del pintor nunca sucedió.
Por la contextura del bebé, se estimó que había nacido veinte días antes y por ello se fijó el 1° de marzo como su fecha de nacimiento. Pasó sus primeros años en un asilo de San Isidro y si bien su primera infancia fue triste y solitaria, esto no forjaría su personalidad ya que quienes lo conocieron lo definían como alegre y agradable. Fue adoptado en 1896 por Manuel Chinchella y Justina Molina, un genovés y entrerriana de ascendencia indígena que poseían una carbonería en la calle Irala al 1500 donde el pequeño trabajó. Tiempo después diría en su biografía, publicada en 1948, sobre su mamá: “Mi vieja me conquistó en seguida y desde el primer momento encontró en mí un hijo y un aliado”.
Cuadro Regreso de la pesca exhibido en un mural en la calle Caminito.
Debido a la situación económica de su familia solo pudo cursar hasta el tercer grado en la Escuela Primera N°4 y fue con las piezas que caían de las bolsas de la carbonería de su padre con las que realizó sus primeros dibujos. Años después fue estibador en el puerto, trabajo bisagra en su vida ya que le permitió absorber todos los conocimientos, paisajes y el día a día de la vida portuaria de Buenos Aires.
El primer contacto con el pincel lo tuvo a los 14 años y en 1904 participó en la campaña de Alfredo Palacios para ser el primer diputado socialista de Latinoamérica. Tres años después ingresó al Conservatorio Pezzini-Stiatessi de La Boca donde tuvo de maestro a Alfredo Lazzari, fue él quien le dio los conocimientos técnicos y con quien viajaba los fines de semana a la Isla Maciel para entrenarse con el dibujo frente a escenarios naturales. Allí estuvo hasta los 21 años.
Monumento a Quinquela y Escuela-Museo Pedro de Mendoza.
Para reforzar sus conocimientos artísticos solía frecuentar bibliotecas donde leía sobre arte, como fue el caso de El arte de Auguste Rodin quien decía que “conviene más pintar el propio ambiente que quemarse las pestañas persiguiendo motivos ajenos". Tras enfermar de tuberculosis y un viaje a Córdoba para curarse, regresó a su barrio donde montó un taller. En 1910 se presentó en una muestra de los alumnos de Lazzari en la Sociedad Ligur de Socorro Mutuo de La Boca donde presentó cinco obras: el óleo Vista de Venecia, dos dibujos realizados a pluma Vista de Venecia y dos paisajes confeccionados con témpera.
Quinquela Martín.
Como Quinquela y varios de sus compañeros fueron rechazados para ser parte del Salón Nacional, crearon el Primer Salón de los Recusados donde lentamente la prensa comenzaba a fijar su atención en sus trabajos. En 1916 la reconocida revista Fray Mocho le dedicó una nota que le sirvió como empuje para decidir dedicarse a la pintura. Hacia finales de la década deja de firmar como Chinchella para pasar a ser Quinquela Martin y en 1920 comienza a viajar por el mundo con el objetivo de mostrarle a todos cómo era su barrio amado.
Fue en una de sus muestras en Roma donde Benito Mussolini le ofreció un cheque en blanco por Crepúsculo, Quinquela la rechazó por "razones patrióticas" y en 1925, el entonces presidente, Marcelo T. de Alvear, eligió Puente en La Boca para regalárselo al Príncipe de Gales Eduardo VIII. En 2013 dicha obra fue subastada por USD 339,750 a un coleccionista privado. En una nota para la revista Vosotras en 1962, comentó: “Mi obra tiene un sentido argentino. Pintar cosas nuestras. Yo tengo un punto de vista completamente argentino. Y, no el orgullo, sino el placer de que mis cuadros en todas partes del mundo son argentinos”.
Puente en La Boca.
A la vuelta de sus giras vio que su barrio necesitaba de su ayuda y proyectó la realización de una escuela primaria que fue inaugurada en julio de 1936 en Pedro de Mendoza 1835. Además, donó el Jardín de Infantes N°6, el Lactario Municipal N°4, la Escuela de Artes Gráficas, el Instituto Odontológico Infantil y el Teatro Municipal de la Ribera. Sumado a eso hay que agregarle la donación de 50 grabados y 27 óleos para integrar el museo que hoy lleva su nombre. En 1968 le manifestó a la revista Esquiú que "La Boca es un invento mío".
Lactarium N°4.
Caminito.
En 1959 inauguró Caminito, un paseo que hoy en día es uno de los más frecuentados por turistas. “El pueblo argentino es triste porque rinde un opresivo tributo a la falta de colores. Lo que hice en esta calle que se llama Caminito quisiera extenderlo a la barriada entera y, si fuera posible, a la ciudad y al país”, dijo a la revista Así en 1962.
Féretro de Quinquela Martín.
Murió el 28 de enero de 1977 a causa de una complicación cardíaca, fue enterrado en un ataúd que él mismo fabricó al decir que "quien vivió rodeado de color no puede ser enterrado en una caja lisa" y la madera que se usó tiene pintada una escena del puerto de La Boca. No tuvo hijos, sus únicos herederos fueron los colores de Caminito que aún fascinan a porteños y turistas.
Por Yasmin Ali
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