Stalingrado, la batalla que le puso un límite a la dominación de la Alemania nazi

Fue uno de los enfrentamientos más sangrientos de la historia y marcó un antes y un después decisivo en la Segunda Guerra Mundial: un freno al expansionismo alemán.
La batalla de Stalingrado, la primera gran derrota de los nazis.
La batalla de Stalingrado, la primera gran derrota de los nazis. Foto: German Federal Archives.

El 23 de agosto de 1942, las fuerzas de la Wehrmacht iniciaron el asalto a la ciudad de Stalingrado, ciudad situada en la ribera occidental del Volga. Allí se libró no solo una de las batallas más sangrientas de la historia, sino también un giro geopolítico decisivo en la Segunda Guerra Mundial y, en definitiva, en el siglo XX. La batalla de Stalingrado no fue simplemente un enfrentamiento militar, fue el momento en que el proyecto geoestratégico de dominación continental de la Alemania nazi encontró su límite.

La geopolítica del Tercer Reich: Haushofer y la obsesión por el Este

Detrás del impulso bélico del Tercer Reich operaba una cosmovisión geopolítica forjada en el período de entreguerras. Su principal exponente fue el general y geógrafo Karl Haushofer, quien sostenía que Alemania debía romper el cerco británico y expandirse hacia el Este para garantizar su supervivencia como potencia. Esta doctrina, conocida como Lebensraum, concebía a Eurasia como el eje sobre el cual debía girar el orden mundial.

Para Haushofer, la autarquía estratégica alemana solo era posible controlando recursos, espacios agrícolas y nudos logísticos en el Este. Alemania necesitaba espacio para vivir, producir y comerciar fuera del alcance del poder naval británico, y ese espacio estaba en Europa oriental, Ucrania y el Cáucaso.

La Operación Barbarroja, la invasión sobre la Unión Soviética por parte de Alemania y sus aliados, y específicamente la ofensiva hacia Stalingrado, no pueden comprenderse sin esta matriz ideacional: Alemania no buscaba solo derrotar al Ejército Rojo, sino dominar Eurasia, imponiendo un nuevo orden continental favorable a sus intereses. Sin embargo, fue la geografía la que terminó por vengarse de los alemanes.

Stalingrado: nudo logístico, simbólico y geopolítico

Stalingrado se alzaba como nudo de comunicaciones esencial, ya que controlaba una de las principales arterias fluviales de la Unión Soviética. Dominarla significaba interrumpir el tránsito de petróleo, trigo, carbón y tropas desde el sur (el Cáucaso y Asia Central) hacia el norte industrializado. Su caída habría paralizado los movimientos soviéticos y facilitado el avance alemán hacia los campos petroleros de Bakú, objetivo vital para una Alemania sedienta de recursos.

Nada de esto sucedió. Como es posible deducir, el avance alemán encontró en Stalingrado su límite. Dicho más específicamente, fracasó. ¿Qué factores contribuyeron para dicho desenlace?

Quizás el más relevante sea que, en lugar de rodear y neutralizar la ciudad, como proponía el enfoque tradicional de guerra relámpago, el Alto Mando alemán quedó atrapado en una guerra de desgaste urbano, en un entorno para el cual sus tropas no estaban preparadas. Las fábricas destruidas, los escombros y los edificios en ruinas transformaron la batalla en una “Rattenkrieg” (guerra de ratas), como la definieron los propios soldados alemanes: combates cuerpo a cuerpo, lucha por sótanos, alcantarillas, pasillos y escaleras, donde el avance se medía en metros y cada rincón podía ocultar una emboscada.

No debe tampoco menospreciarse la actuación de los soldados soviéticos. No solo para resistir, sino también para contraatacar. En lugar de atacar por el centro de Stalingrado, los soviéticos golpearon con precisión quirúrgica los flancos mal defendidos, ocupados por tropas rumanas, italianas y húngaras, menos entrenadas y peor equipadas. La maniobra envolvente fue impecable: el VI Ejército alemán quedó completamente cercado, sin posibilidad de retirada ni refuerzos.

Fue una victoria táctica soviética, pero sobre todo una derrota estratégica alemana: la Wehrmacht perdió la iniciativa en el frente oriental y jamás la recuperaría. El comandante del VI Ejército, Friedrich Paulus, el 31 de enero de 1943, entregó lo que quedaba de su ejército al mando soviético.

Stalingrado y el retorno eterno de la geografía

La batalla de Stalingrado marcó el momento en que el poder dejó de ser unilateralmente proyectado desde el oeste hacia el este, y comenzó a irradiar desde Moscú hacia Europa central. Stalingrado recordó al mundo que la geografía impone límites. El Volga, las estepas rusas, la profundidad territorial soviética, el crudo invierno, todos resultaron factores determinantes.

Más aún, Stalingrado fue una advertencia: ningún proyecto de control eurasiático puede ignorar los límites impuestos por la historia, el territorio y la resistencia de quienes habitan el corazón del continente.