Las “tácticas fabianas”: Estados Unidos pone en práctica una antigua estrategia para desgastar a China
Surgieron en el Siglo III a.C. del general romano Quinto Fabio Máximo; y se usan hasta la actualidad. Cómo usa EEUU sus conexiones para desgastar progresivamente a su oponente.
En el Siglo III a.C., después de varias derrotas ante Cartago en el campo de batalla, Roma -al mando del general Quinto Fabio Máximo- optó por una estrategia de erosión gradual del enemigo por distintas vías. Ahora, Estados Unidos se enfrenta a un desafío similar con China, y el truco para la victoria puede ser aplicar tácticas como las fabianas.
Durante las Guerras Púnicas, Roma sufrió derrotas devastadoras frente a Cartago, que estaba bajo el mando de Aníbal Barca. Ello obligó a los altos mandos romanos a replantear su forma de enfrentar la amenaza cartaginesa. Ante la imposibilidad de vencer a su adversario en una confrontación directa en el campo de batalla, emergió la figura de Quinto Fabio Máximo, quien adoptó una estrategia alternativa basada en el hostigamiento constante, el desgaste progresivo y la interrupción de las líneas de suministro enemigas. Estas tácticas, conocida posteriormente como fabianas, no buscaba una victoria inmediata, sino erosionar gradualmente la capacidad de Cartago para sostener la guerra.
En la actualidad, Estados Unidos enfrenta un desafío de naturaleza distinta, pero comparable en términos estratégicos. China se ha consolidado como su principal rival económico y geopolítico, con un crecimiento sostenido que resulta difícil de contener mediante mecanismos tradicionales de competencia o confrontación directa. A diferencia de la Guerra Fría, el poder chino no descansa únicamente en su capacidad militar, sino en su integración profunda en los flujos comerciales, financieros e industriales del sistema internacional.
En este contexto, la contención frontal del ascenso chino se vuelve costosa, riesgosa y, en muchos casos, impracticable. Como en tiempos de Fabio Máximo, la alternativa no pasa por una batalla decisiva, sino por una estrategia indirecta orientada a elevar los costos del avance del rival. Tensiones regionales, inestabilidad en la periferia estratégica y amenazas persistentes sobre corredores e infraestructuras clave se convierten así en herramientas contemporáneas de una lógica fabiana aplicada al siglo XXI. ¿se ha convertido el desgaste indirecto en la principal herramienta para contener el ascenso de China?
El presente análisis se concentra en el espacio asiático–indo-pacífico, principal escenario de la competencia estratégica actual con China, sin desconocer que dinámicas de desgaste indirecto comparables pueden observarse en otros teatros del sistema internacional.
Problemas entre vecinos: Camboya y Tailandia
Los recientes enfrentamientos entre los dos países asiáticos, independientemente de sus razones, tiene el potencial de comprometer la estabilidad interna de Camboya, país donde China impulsa la construcción del nuevo Canal Funan–Techo. Este proyecto busca conectar Phnom Penh, la capital de un país sin acceso directo al mar, con el golfo de Tailandia. De completarse con éxito, el canal reduciría en torno al 60–70% el tránsito marítimo a través del puerto vietnamita de Ho Chi Minh, alterando el equilibrio logístico regional.
El canal comenzaría en el sistema fluvial del Mekong, un río cuya cuenca nace en el Tíbet y atraviesa China, Myanmar, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam. Si la obra se concretara, China podría obtener una vía adicional que facilite el acceso de sus buques comerciales y potencialmente buques de guerra hacia el golfo de Tailandia, país aliado de Estados Unidos. Esto ampliaría la capacidad de China para proyectar poder naval en el sudeste asiático y reforzar indirectamente su posición frente a posibles intentos de bloqueo en el estrecho de Malaca.
Sin embargo, el actual clima de conflicto en Camboya y su periferia complica la continuidad del proyecto. La inestabilidad política y militar aumenta los costos, ralentiza las obras y genera condiciones menos favorables para que China consolide esta pieza clave dentro de su estrategia regional.
¿Rearme de Japón?
Las relaciones entre Japón y China se han tensado tras el ascenso de Sanae Takaichi como primera ministra de Japón el 21 de octubre de 2025. Su gobierno, identificado con un enfoque más firme respecto a China, ha señalado que Tokio defenderá a Taiwán ante una posible agresión, lo cual Pekín ha interpretado como una provocación directa, estimulado así un aumento de las tensiones entre ambos países.
¿Está EE.UU. detrás de la nueva actitud de Japón hacia China? Considerando que la seguridad japonesa está garantizada por el país norteamericano, dado que a Japón se le prohibió tener fuerzas armadas después de la Segunda Guerra Mundial (sólo un número limitado con fines defensivos), resulta difícil pensar que Tokio podría mostrar una actitud beligerante respecto a Beijing sin contar con el respaldo de Washington. Entre Taiwán, Japón y Filipinas se le genera un escenario por demás complejo a China para profundizar su proyección en el Indo Pacífico.
India y Afganistán
En este contexto, el reciente acercamiento del gobierno de Narendra Modi al régimen talibán en Afganistán introduce una nueva variable en el tablero estratégico regional. India, históricamente marginada de Kabul tras la retirada estadounidense, ha optado por una aproximación pragmática orientada a evitar que Afganistán quede exclusivamente bajo la órbita de China y Pakistán.
Paralelamente, la persistencia de redes yihadistas en el entorno afgano y su proyección transfronteriza hacia Asia Central y Pakistán ha incrementado los riesgos para ciudadanos e inversiones chinas, como lo evidencian ataques mortales contra trabajadores chinos en Tayikistán a principios de diciembre y las amenazas recurrentes contra proyectos de infraestructura vinculados a Beijing.
Aunque estos grupos aparentemente no actúan necesariamente como instrumentos directos de ningún Estado, su accionar introduce un factor de inestabilidad crónica que obliga a China a destinar mayores recursos a la protección de personal, rutas y activos estratégicos. Este deterioro del entorno de seguridad no busca derrotar frontalmente a China, sino elevar de manera sostenida los costos de su proyección económica y estratégica en Eurasia.
Hacia un nuevo tablero de inestabilidad
Así como Fabio Máximo evitó la confrontación frontal con Cartago para erosionar gradualmente su capacidad de sostener la guerra, hoy la presión sobre China se articula a través de la multiplicación de fricciones en su periferia estratégica.
La inestabilidad en Camboya que demora proyectos clave de infraestructura, el endurecimiento de Japón que obliga a Beijing a dispersar recursos militares, y el deterioro del entorno de seguridad en el eje afgano-centroasiático que encarece la protección de ciudadanos e inversiones, no buscan provocar un colapso inmediato del poder chino.
En ese sentido, las tácticas fabianas aplicadas en el Indo-Pacífico no detienen a China, pero sí la obligan a avanzar más lentamente, bajo presión constante y con costos crecientes, una forma contemporánea de contención adaptada a un mundo donde la economía pesa tanto como la fuerza militar.
Como advirtió B. H. Liddell Hart: “En estrategia, el camino más largo suele ser el más corto hacia el objetivo”, siempre que no se confunda paciencia estratégica con renuncia al control del ritmo del conflicto.