Hezbollah sufrió un ataque masivo por parte de Israel. Una “declaración de guerra” que sembró el caos en Lïbano y afectó tanto a la organización terrorista como a miles de civiles libaneses. La alianza Rusia-Irán y el riesgo nuclear incrementan las tensiones en Medio Oriente, amenazando con un conflicto impredecible de escala global.
Esta semana, uno de los conflictos que desde hace meses hace temer que Medio Oriente entre en una guerra regional mostró una de las escaladas militares más complejas. Las explosiones afectaron los dispositivos de comunicación más utilizados por los miembros de Hezbollah, y -como quedó demostrado por la cantidad de heridos y la diversidad de edades de los afectados- también impactaron a la población civil. Esto puso en shock al país y dio un durísimo golpe a una de las organizaciones terroristas más poderosas del mundo.
El ataque generó un verdadero caos en el Líbano. En distintos puntos del país, ambulancias y hospitales se vieron colapsados. La operación de los servicios de inteligencia israelíes constó en colocar explosivos en los beepers y walkie-talkies que entraron al país en los últimos meses, haciéndolos estallar de forma sincronizada. Esta inusual acción de guerra demolió parte de la estructura de comunicación de Hezbollah y, según algunos analistas de inteligencia, permitió identificar a muchos de sus miembros de identidad desconocida. Otros fueron asesinados y decenas quedaron operativamente fuera de combate.
Una sola señal bastó para provocar un pánico colectivo. Lo que el líder de Hezbollah había buscado evitar a principios de año al ordenar a sus seguidores que dejaran de usar celulares por temor al hackeo se convirtió en una trampa.
Al ataque utilizando las herramientas del espionaje le siguieron una serie de bombardeos que tuvieron como objetivo las lanzaderas de Hezbollah. Israel afirma que, gracias a estos ataques selectivos, miles de cohetes no podrán ser lanzados contra el norte de su país.
Israel tiene como objetivo, según lo anunció públicamente, hacer que los miles de residentes del norte regresen a sus hogares después de meses de evacuación como consecuencia de los constantes ataques de Hezbollah. El grupo terrorista intensificó sus hostilidades el 7 de octubre pasado, apoyando a Hamas desde el día en que el grupo palestino atacó a Israel.
En un discurso televisado, Nasrallah, el líder de Hezbollah, prometió una venganza justa y habló de “declaración de guerra”. Mientras reconocía públicamente el impacto que los ataques con explosivos habían causado en su organización, aviones de combate israelíes sobrevolaron a baja altura Beirut, la capital del Líbano. Una nueva ofensiva con la que las fuerzas armadas israelíes buscan distintos objetivos: por un lado, destruir las lanzaderas y, por otro, eliminar a los altos mandos de la organización.
En caso de expandirse la guerra puede ir mucho más allá de la frontera norte de Israel y el sur del Líbano, como hemos visto en los últimos meses. Irán es el mayor soporte de Hezbollah y de las milicias en Siria e Irak. ¿Pero están decididos todos a una guerra a gran escala? ¿O quienes gobiernan en Irán y Siria tienen como prioridad mantenerse en el poder? ¿Se puede dar un golpe al status quo en la región atacando además a Irán y buscando hacer colapsar al régimen?
Lo impredecible siempre puede acontecer en una guerra, pero hasta el momento tanto Irán como Israel han buscado mostrar su poder y mutuamente limitaron sus golpes. Israel demostró su superioridad militar, pero aún no está claro si haber arrasado con Gaza, con el costo humano que eso desencadenó, le dará la seguridad que el gobierno de Netanyahu necesita luego del terrible fallo en sus sistemas de seguridad que posibilitó los peores ataques terroristas en la historia de su nación.
Es una situación en desarrollo que puede salirse de control de un instante a otro. Mientras se espera ver qué puede hacer Hezbollah como respuesta a los ataques israelíes, un encuentro en la capital iraní deja a la vista que lo que sucede en Medio Oriente puede ser atrapado por otro conflicto aún más grande, una guerra mundial que se desarrolla en los combates en territorio ucraniano, pero que se expande a distintas regiones del mundo.
El general ruso Sergei Shoigu se reunió con el nuevo presidente iraní. Estas dos naciones comparten en estas horas una importantísima alianza que está fuera de las fronteras de Medio Oriente. Irán no solo le está entregando aviones no tripulados a Moscú en su guerra contra Ucrania, sino que trasladó hace pocas semanas misiles a Rusia, lo que despertó todas las alertas en Occidente y, a su vez, la posibilidad de un quiebre en la guerra europea. Como respuesta a este movimiento iraní, tanto Gran Bretaña como Estados Unidos habrían dado luz verde al presidente ucraniano Zelensky para que utilice los sistemas de misiles de largo alcance occidentales contra el propio suelo ruso. Esto materializó la mayor amenaza por parte del presidente ruso Vladimir Putin al advertir que si eso ocurría, su país estaría entonces en guerra directa contra Occidente, más específicamente con la OTAN.
Pero esta cumbre ruso-iraní, ¿qué otros objetivos tenían, además de ultimar detalles de más envíos de armas iraníes al terreno bélico europeo?
La decisión tomada hace unos años por la presidencia de Trump de patear el tablero en torno al acuerdo que había logrado su antecesor, el presidente Obama, la Unión Europea y Rusia para que Irán entregara su uranio enriquecido a Moscú y frenara cualquier desarrollo atómico que lo acercara a una bomba, terminó en nuevas sanciones contra Irán, pero al mismo tiempo en que el régimen de los ayatolas restableciera el enriquecimiento de uranio. Hace poco más de un mes, la Agencia Atómica de las Naciones Unidas advirtió sobre el camino que emprendió Irán en este sentido, advirtiendo que su enriquecimiento de uranio podría llevar a la fabricación de una bomba nuclear.
Esta es una advertencia que Israel lanza desde hace años, pero que no había generado dudas hasta los recientes ataques directos entre Teherán y Tel Aviv. El interrogante es si, ante los ataques israelíes contra lugares considerados clave en Irán, el régimen iraní ha tomado finalmente la decisión de fabricar una bomba y, en todo caso, qué ayuda podrían los rusos entregarles en la materia.
Hace muchos años, un destacado experto en temas nucleares en las Naciones Unidas afirmaba que cuando un país está determinado a construir la bomba, nada, ni siquiera una guerra, podría detenerlo.
Si lo que tanto se teme llegara a ocurrir, es decir un conflicto regional a gran escala, ¿qué rol tomarían potencias mundiales como Rusia?
Las aguas se están dividiendo y el poder que impulsa todo no es la Fe, sino la necesidad de construir alianzas militares en un contexto de conflicto global. Los tiempos juegan además un rol clave.
El gobierno de Benjamin Netanyahu logró -como resultado de la peor falla de seguridad en la historia de Israel y el ataque más dramático de un grupo terrorista en su país- paradójicamente, no ser expulsado del poder, sino hacerse de toda la fuerza para buscar destruir a sus enemigos más cercanos. Una guerra que aún no tiene un final claro en el campo de la estrategia militar, pero sí en torno a los costos humanos de ese conflicto.
Sin embargo, su poder de fuego, por el momento superior al de cualquier otra nación de la región, podría haber empujado al régimen iraní a buscar aliados y tratar de dotarse de lo que tanto buscaba evitar Israel: una bomba atómica y la capacidad de transportarla.
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