"Murió en sus propios términos, conforme a su idea de dignidad y en pleno control de su autonomía hasta el final", reveló su entorno. Un recorrido por su historia y la de los casos más resonantes de América Latina.
La eutanasia dejó de ser un tema tabú en muchas culturas. No hay dudas, es un debate complejo pero necesario. Necesario porque trata de algo tan elemental y emblemático como decidir sobre uno mismo; necesario porque muchos pacientes mueren esperando una respuesta a un pedido desesperado: el de morir dignamente.
Este domingo y luego de una larga lucha, murió Ana Estrada. Tenía 47 años y es la primera persona a la que el Estado peruano le aprobó la eutanasia.
"Ana ejerció su derecho fundamental a una muerte digna y accedió al procedimiento médico de eutanasia. Murió en sus propios términos, conforme a su idea de dignidad y en pleno control de su autonomía hasta el final", indicó su abogada Josefina Miró Quesada.
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Ana supo mantenerse firme ante su decisión siempre, con una determinación inigualable. Sufría desde los 12 años polimiositis, una enfermedad degenerativa e incurable que debilita los músculos y que la mantuvo conectada a un respirador artificial. La sentencia en torno a su caso fue histórica en Perú. Fue el símbolo de la eutanasia y abrió las puertas de un debate social que ya no podía seguir esperando.
polimiositis desde los 12
"Ana partió agradecida con todas las personas que hicieron eco de su voz, que la acompañaron en su lucha y que, de manera incondicional, apoyaron su decisión con amor y empatía", compartió la familia en un comunicado.
"La lucha de Ana por su derecho a una muerte digna ha permitido visibilizar y sensibilizar a miles de peruanos y peruanas sobre la importancia de defender este derechos. Su lucha ha trascendido las fronteras de nuestro país y ha marcado un hito en la región", agregaron.
"Libertad de decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos"
"Yo necesitaba esta carta verde para que yo pueda vivir con plenitud en esta última etapa, que no sea dolorosa, ni con angustias de qué es lo que va a pasar", dijo en enero pasado tras la resolución de las observaciones que hizo al protocolo del procedimiento el seguro social.
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“Quiero tener la tranquilidad de que podré elegir, llegado el momento, si vale la pena seguir el calvario o no”, expresó en diciembre pasado Beatriz Gelos, una profesora uruguaya diagnosticada con esclerosis lateral amiotrófica (ELA). “Vivir recluida es sobrevivir sin honrar la vida y cada vez mi ruta se irá haciendo más penosa", explicó.
El caso de Beatriz no es el único. En enero de 2022, Martha Sepúlveda, una mujer colombiana con la misma enfermedad, atravesó una situación similar. Sepúlveda murió a los 51 años en el Instituto Colombiano del Dolor (Incodol) en la ciudad de Medellín, después de una incansable lucha por ejercer su derecho a morir dignamente, que en Colombia es legal desde 1997, aunque no se empezó a ejercer hasta 2015.
"Cobarde seré, pero no quiero sufrir más"
"Si es desde el plano espiritual, yo estoy totalmente tranquila (...) Cobarde seré, pero no quiero sufrir más, estoy cansada. Lucho por descansar", dijo la mujer en un reportaje de Noticias Caracol, quien agregó que la certeza de morir le daba "tranquilidad".
La lista es interminable: Alfonso Oliva en Argentina, Víctor Escobar en Colombia, Cecilia Heyder en Chile, Paola Roldán en Ecuador; todos defendieron a su manera un mismo propósito, el de tener la tranquilidad de poder elegir ante el dolor severo o la incapacidad de poder llevar una vida digna.
En febrero pasado, Ecuador dio luz verde a la eutanasia con lo que se convirtió en el segundo país latinoamericano en despenalizar el procedimiento después Colombia a raíz del caso de una paciente con una enfermedad incurable y mortal.
Con siete votos a favor de sus nueve magistrados, la Corte Constitucional abrió la puerta para que los médicos puedan ayudar a morir a un enfermo sin ir a la cárcel.
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Paola Roldán padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA). La Corte Constitucional de Ecuador falló a favor de su demanda y reconoció su derecho para tener acceso a una muerte digna.
La sentencia no llegó de inmediato y de hecho murió por causas naturales antes de llegar al procedimiento.
"Quiero ver si por las venas de este país corre sangre de justicia y humanidad, o si seguimos en el retrógrado pensamiento que enaltece el sufrimiento", expresó en sus redes sociales en aquel entonces antes de conocerse la sentencia.
La sentencia de su caso marcó un legado inédito en su país y quedará impreso por siempre en la historia de Ecuador.
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En agosto de 2020, Paola hacía yoga cuando uno de sus brazos colapsó y cayó al suelo. Ese sería el comienzo de su larga agonía. Día a día fue desmejorando hasta que tomar objetos tan rutinarios como un vaso o incluso caminar resultaba cada vez más difícil.
Inicialmente los médicos le hablaban de exceso de actividad, ejercicio y estrés hasta que en Estados Unidos le diagnosticaron ELA.
Paola decidió comprar 40 regalos para que le entreguen, año a año, a su hijo en los siguientes cumpleaños y en momentos especiales de su vida.
Visiones conservadoras, creencias religiosas... la eutanasia es mucho más que eso. Decidir con libertad el final de la vida para aquellos que sienten que ya no pueden sostenerla debería ser un derecho fundamental.
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