Ni siquiera una muerte paró la carrera del TC

Nuevamente la tragedia dijo presente en una carrera y como viene siendo últimamente nada, ni la muerte, para la actividad. Si en el fútbol muere un hincha, la fecha se juega, si en el automovilismo muere un espectador, igual. ¿Qué decisiones deben tomar los organizadores?¿Quién tiene la culpa?

Por Canal26

Domingo 6 de Abril de 2008 - 00:00

La decisión de correr la final de Turismo Pista y la finalísima del Turismo Carretera hoy en San Luis, tras el fatal accidente que le costó la vida a un espectador, por lo menos debe llamar a la reflexión.

Por eso, cabe preguntarse si es válido anteponer el negocio sobre la tragedia y la muerte, aunque más no sea el de un ilustre desconocido.

Porque al fin de cuentas la mayoría de las actividades deportivas, dominadas por el ranking y el marketing, se nutren de manera permanente del público anónimo que silenciosamente paga su entrada o consume horas de transmisiones de radio y televisión.

Es que el engranaje primario de cualquier actividad es la gente, y si esto no se tiene en cuenta surge la polémica.

Llama la atención que un hombre de la sensibilidad que tiene el presidente de la ACTC, Oscar Aventín, no haya advertido la oportunidad de hacerle un silencioso homenaje a los hinchas y fanáticos, que están dispuestos a dejar la vida -como ocurrió hoy- en pos de un espectáculo.

Seguramente, no se podrá mensurar el dinero que se hubiera perdido por dejar en silencio los caños de escapes al no correr ninguna de las finales, aunque sí puede evaluar el consenso que hubiera despertado en el ciudadano común una medida de esa naturaleza, más a tono con las circunstancias.

Para muchos la jornada del domingo fue una fiesta, aunque para lograr ese objetivo fue necesario esconder grotescamente el accidente ocurrido durante la tercera vuelta de la final de TC Pista, que dejó el saldo de un espectador muerto y al menos tres heridos.

En consecuencia, las instituciones están obligadas a dar el ejemplo con hechos y medidas de diversa naturaleza, frente al desprecio por la vida que actualmente se acuna en buena parte de la sociedad argentina.