El brutal ataque buscó derrocar a Perón y llevó a la muerte de centenares de civiles en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires.
Bombardeo del 16 de junio de 1955. Fotos: Archivo General de la Nación.
A mediados de 1955, el espectro político contrario a las ideas que favorecían al pueblo argentino supieron que había llegado la hora de derrocar al presidente Juan Domingo Perón, un plan que el fatídico 16 de junio de ese año requirió la activa participación de facciones disidentes del Ejército y la Marina, a quienes se sumaron elementos del nacionalismo argentino, con un fuerte apoyo desde el exterior. El plan era uno y solo uno: bombardear la Plaza de Mayo y la Casa Rosada con claros objetivos de asesinar al Líder Justicialista.
Entre los conspiradores locales estaba el dirigente nacionalista católico Mario Amadeo (el mismo que en 1942 organizó el viaje a Europa del agente Juan Carlos Goyeneche junto con Perón), inicialmente seducido por el peronismo que, luego, se pasó al bando opositor y actuó como cabecilla de partisanos civiles dispuestos a tomar las calles de una vez para ejecutar el plan y sacar de circulación al mandatario.
La idea no era nueva. Surgió a comienzos de 1953 cuando Jorge Alfredo Bassi, capitán de Fragata y ferviente antiperonista de la Marina, leyó un artículo publicado en el Boletín del Centro Naval, escrito por un oficial de la Armada Imperial japonesa, que llevaba por título: “Yo mandé el ataque aéreo contra Pearl Harbor”, algo que lo llevó a pensar: “¡Qué lindo sería imaginar la Casa Rosada como Pearl Harbor!”. (1)
La violencia del ataque en las calles. Foto: Archivo General de la Nación.
Por motivos desconocidos el intento de magnicidio se fue postergando, aunque de todos modos era tema de frecuente conversación en círculos antiperonistas, que al final encontraron en el choque de Perón con la Iglesia las mejores excusas para activar la criminal operación.
En febrero de 1955 el grupo rebelde incorporó al contralmirante Samuel Toranzo Calderón (jefe del Estado Mayor del Comando de Infantería de Marina), mientras que los nacionalistas de Amadeo viajaron hasta Paraná para plegar a la revuelta al general Justo León Bengoa, su propio candidato dentro del Ejército, quien de inmediato aseguró su participación.
Aviones de los golpistas. Foto: Archivo General de la Nación.
La idea original consistía en eliminar a Perón el miércoles 9 de julio, el día de sus habituales reuniones de gabinete.
Sin embargo, entre el 11 y el 13 de junio los rebeldes supieron que sus planes habían sido previamente detectados por el aparato de seguridad de Perón y en consecuencia había llegado la hora de actuar.
Las víctimas civiles. Foto: Archivo General de la Nación.
Vehículos destruidos. Foto: Archivo General de la Nación.
Pese a una persistente llovizna y el mal tiempo imperante que podían complicar un bombardeo preciso, el jueves 16 de junio por la mañana los revolucionarios se pusieron en marcha plenamente confiados en que el clima iba a mejorar. Bassi copó el Aeropuerto de Ezeiza, Toranzo Calderón se instaló en el Ministerio de Marina, y el capitán de fragata Néstor Noriega sublevó la estratégica base aeronaval de Punta Indio desde donde veintidós bombarderos North American (un nombre que encerraba toda una simbología a cuestas) y cinco Beechcraft de la Armada levantaron vuelo, cuando cierto grado de desorganización y problemas de comunicación entre los sediciosos estuvieron a punto de hacer abortar el plan.
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Al marcar el reloj las 12:40, un Beechcraft rebelde dejó caer la primera bomba sobre la Casa de Gobierno y dio inicio a los enfrentamientos que convirtieron a Buenos Aires en un impensado escenario de guerra, con violentas batallas aéreas entre los sublevados y escuadrones de jets Gloster Meteor que respondían a Perón.
La calma después del bombardeo. Foto: Archivo General de la Nación.
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Mientras los antiperonistas lanzaban sus bombas incendiarias contra la CGT, el edificio de Obras Públicas en la avenida 9 de Julio y la residencia presidencial de Gelly y Obes, Perón ya se había trasladado en secreto desde la sede de gobierno al Ministerio de Ejército, ubicado a escasos cien metros del lugar. Tras parciales victorias repartidas entre los bandos en pugna, pasadas las cinco de la tarde las fuerzas leales al gobierno bajo el mando del general Franklin Lucero doblegaron a los sublevados, mientras los focos resistentes de Ezeiza y Morón lograban que sus aviadores escaparan hacia el Uruguay en busca de asilo y protección.
Ataque a Plaza de Mayo, 16 de junio de 1955. Video: Encuentro.
Esa misma noche Perón descargó su furia con un mensaje por la radio e hizo responsable por los muertos y heridos a la Marina pronorteamericana con apoyo desde el exterior.
Pidió luego “a los compañeros trabajadores que refrenen su ira; que se muerdan, como me muerdo yo en estos momentos; que no cometan ningún desmán”.(2)
La lucha dejó más de trescientos muertos civiles inocentes, cerca de setecientos heridos, la muerte de al menos catorce efectivos leales a Perón, treinta militares rebeldes fallecidos y tres aviones derribados por las fuerzas que aún respondían al gobierno, además de cuantiosos daños materiales. Todo producto de la sin razón de los golpistas.
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