Acuerdo histórico en Gaza: ¿es posible una verdadera paz en Medio Oriente?

Por primera vez en un largo tiempo parece existir la posibilidad de que se abra una negociación seria respecto a la disputa que sostienen israelíes y palestinos. Por lo pronto, el intercambio de rehenes, prisioneros, y el cese de hostilidades debe ser bien recibido. Luego de ello, la parte más difícil: un nuevo intento de solucionar un enfrentamiento complejo incrustado en el corazón de casi todos los conflictos que atraviesan Medio Oriente.
Estos últimos dos años fueron quizás de los más cruentos de un conflicto que viene desde la década de 1940. Así como se lee: este conflicto tiene casi 80 años, y está relacionado al origen mismo del Estado de Israel en 1948. Y desde el comienzo, lejos de enfrentar pura y exclusivamente a palestinos e israelíes por la posesión del territorio, estuvo (y está) atravesado por una compleja trama de intereses tanto de actores relevantes de la región, como de potencias mundiales.
Recapitulemos. Los judíos, escapando de la persecución en Europa, se organizaron a través del sionismo en búsqueda de un hogar para el pueblo judío. Decidieron que el lugar indicado era allí en Medio Oriente, en Jerusalén, eje central del territorio que habitaron los judíos hasta su expulsión por parte de los romanos.
Desde comienzos del siglo XX fueron asentándose allí, comprando terrenos a los habitantes árabes de la zona. Estaban todos bajo el dominio del Imperio Otomano, y la convivencia entre judíos y árabes era, en general, pacífica.
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La relación comenzó a deteriorarse durante la Primera Guerra Mundial. Gran Bretaña, como parte de su estrategia de debilitar a los otomanos, incentivó a árabes y judíos a levantarse. A ambos les prometió, en secreto y por separado, que terminada la Gran Guerra tendrían su Estado. A los dos les mintió.
En cambio, Gran Bretaña asumió el control del área bajo el nombre Mandato de Palestina. Fiel a la política divide y reinarás, sus acciones solo lograron profundizar la brecha que se abría poco a poco entre árabes y judíos.
Presionados por estadounidenses y soviéticos, los británicos debieron irse. Pero lejos de solucionarse los problemas, comenzó entonces sí la larga serie de enfrentamientos entre árabes (con Egipto y Siria a la cabeza) y judíos. El primero, el de 1948, lo ganó Israel, y allí comenzó la diáspora (Nabka, o catástrofe, para los palestinos) del pueblo palestino. La cantidad de refugiados, en todo Medio Oriente, se estima en cerca de 6 millones de personas.
El conflicto no escapó a la Guerra Fría. El nuevo estado israelí quedó, para fines de la década de 1950, bajo influencia estadounidense, mientras que el grueso de los Estados árabes quedó del lado soviético. Fue justamente a poco de terminado este conflicto, con la desaparición de la URSS, que comenzaron las conversaciones que terminaron en los denominados Acuerdos de Oslo, firmados en 1993 y 1995 entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Hasta ahora, lo más cerca que se ha estado de la solución del conflicto. No hace falta decir que fracasó.
¿Qué ocurre en la actualidad? ¿Qué posición tienen los actores regionales frente al conflicto?
Hay dos niveles en los que hay que analizar la posición de los grandes actores regionales como Arabia Saudita o algunos de los Estados del Golfo Pérsico.
Por un lado, a nivel político, los saudíes tienen relaciones amistosas con Israel hace ya tiempo. Y, como muchos Estados árabes que todavía no lo han hecho, habrían oficializado su posición hacia Israel de no ser por el conflicto entre israelíes y palestinos.
Aquí es donde opera el segundo nivel: la restricción interna. Con cientos de miles de refugiados palestinos en sus países, que influyen sobre cómo afecta esta cuestión a los pueblos de la región, los monarcas árabes no pueden blanquear oficialmente su relación con Israel hasta tanto la cuestión palestina sea resuelta.
Por otro lado, como mencionamos, también debemos tener en cuenta que Medio Oriente ha sido, y es, una zona de interés para las grandes potencias. Sus recursos naturales y la importancia de su ubicación (vía de comunicación entre 3 continentes) la vuelven una región de gran relevancia geopolítica.
Hoy, Estados Unidos, China y Rusia se proyectan activamente sobre esa parte del mundo. Desde Beijing lo que buscan, además de petróleo, es estabilidad. Como gran potencia comercial, para desarrollar sus proyectos, costosos y de largo plazo, precisan cierta paz, esa que hoy no estaría existiendo. Y para pensar de qué manera puede afectar sus planes el conflicto palestino israelí, debemos tener en cuenta que en el año 2023 China estaba jugando activamente para acercar a Arabia Saudita e Irán y lograr la paz entre ambos actores, que tuvo como consecuencia, entre otras cosas, de la desactivación del conflicto el Yemen, donde saudíes y árabes promovían a bandos contrarios.
También las autoridades en Beijing recibieron a los dirigentes de la Autoridad Palestina, y pensaba reunirse con los líderes israelíes para intentar acercar a las dos partes y promover el fin de ese conflicto. Parecía que ese esfuerzo podía ser exitoso, hasta que llegó el 07 de octubre de 2023. El ataque de Hamás y el reinicio de las hostilidades tiró todo por la borda.
Estados Unidos, por su parte, ve beneficioso aquello que pueda ralentizar, obstaculizar o detener el ascenso de China. Su apoyo a Israel ha sido fundamental en el accionar de las Fuerzas de Defensa de Israel que, además de avanzar sobre Gaza y Cisjordania, han atacado objetivos en Líbano, Siria, Irán, e incluso Qatar en el último tiempo.
Pero además de su apoyo a Israel, también se debe considerar que EE.UU. tiene en suelo qatarí una de sus bases militares más importantes de Medio Oriente. Justo en Qatar, lugar de asiento de las autoridades de Hamás. De hecho, se acusa a los qataríes de financiar a una de las facciones de Hamás, esa que podría haber estado detrás de los ataques de octubre de 2023.
Cómo se verá, la trama es compleja. Las atrocidades cometidas hacen difícil pensar en una especie de reconciliación en el mediano plazo. Pero aunque se avance en ese sentido, los intereses contrapuestos de los actores externos al conflicto pintan un panorama difícil de armonizar.
La pregunta más difícil, sin embargo, sigue siendo: ¿se puede pensar en el fin del conflicto palestino-israelí sin un plan que suponga la creación de un Estado Palestino? Allí fracasaron, en buena medida, los Acuerdos de Oslo. La respuesta a esa pregunta será en buena medida lo que indique el éxito o fracaso de esta nueva iniciativa.