Como un país de tamaño y poder limitados, ha adaptado sus estrategias para maximizar su autonomía y seguridad frente a grandes potencias en una región altamente dinámica.
En el juego estratégico de las grandes potencias en busca de influencia, las naciones más pequeñas a menudo deben maniobrar cuidadosamente para preservar su autonomía. En este contexto, Vietnam ocupa una posición singular: está geográficamente cercana a China, una potencia con aspiraciones hegemónicas, pero también cuenta con un legado histórico de resistencia a ella, que va desde conflictos antiguos hasta una guerra en 1979 y la crisis de 2014, cuando el intento chino de instalar una plataforma petrolera en una zona económica exclusiva de Vietnam derivó en un enfrentamiento naval entre ambos países.
A pesar de su proximidad geográfica y de compartir un sistema de gobierno comunista, Vietnam ha optado por equilibrar a China acercándose a los Estados Unidos, pero sin alinearse completamente, adoptando una política exterior conocida como “diplomacia de bambú”; además de relacionarse con actores diversos como Rusia, India, Japón, Australia y la Unión Europea.
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En 1995, Estados Unidos y Vietnam dieron un paso crucial hacia la reconciliación al normalizar sus relaciones diplomáticas, marcando el fin de décadas de hostilidad. Desde entonces, las administraciones de Bill Clinton a Joe Biden han visitado Hanoi. Sin embargo, fue el incidente en el Mar del Sur de China en 2014, cuando China desplegó una plataforma petrolera en aguas reclamadas por Vietnam, lo que catalizó un acercamiento más profundo en materia de defensa.
Esta aproximación es pragmática y responde a un interés común: contener la creciente proyección de China. Estados Unidos, por su parte, ve en Vietnam un socio clave en su estrategia de equilibrio en Asia. Washington ha proporcionado apoyo diplomático y asistencia militar, ayudando a Vietnam a fortalecer sus capacidades navales. Este vínculo no debe entenderse como una alianza formal, sino como una asociación estratégica flexible, coherente con el enfoque de fomentar coaliciones que sirvan para balancear el poder en regiones críticas, sin una implicación militar directa. El pasado 26 de septiembre, Joe Biden se reunió en Nueva York con su homólogo vietnamita, To Lam. Durante el encuentro, el presidente de Vietnam destacó lo que calificó como la "contribución histórica" del presidente estadounidense, en referencia a los esfuerzos conjuntos por fortalecer las relaciones bilaterales.
La relación entre Vietnam y Rusia, históricamente forjada durante la era soviética, ha perdurado a lo largo de las décadas, adaptándose a los nuevos equilibrios geopolíticos en Asia. Tras la caída de la URSS, esta relación no se disolvió, sino que se transformó en una asociación práctica. Para Rusia, Vietnam sigue siendo un aliado estratégico en su esfuerzo por mantener influencia en el sudeste asiático, especialmente en un contexto donde China emerge como un competidor tanto económico como geopolítico. Desde la llegada de Vladimir Putin al poder, Rusia ha fortalecido sus capacidades militares, particularmente en el ámbito naval, con adquisiciones como los submarinos de clase Kilo. Moscú sigue siendo el principal proveedor de armamento para Vietnam, y el 20 de junio pasado ambos países firmaron un acuerdo de cooperación en defensa, con el objetivo de disuadir cualquier intento de coacción por parte de China.
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A medida que China ha ido expandiendo su poderío económico y militar, su influencia en Asia se ha intensificado, generando una presión constante sobre Hanoi. Vietnam, consciente de la necesidad de equilibrar esta compleja relación, ha adoptado una estrategia que combina pragmatismo económico y resistencia estratégica. Ha sabido capitalizar las oportunidades comerciales que ofrece China, sin sacrificar su soberanía territorial. En el ámbito diplomático, Hanoi ha fortalecido su participación en foros multilaterales, como la ASEAN, en un esfuerzo por obtener respaldo internacional en sus reclamaciones en el Mar del Sur de China. Simultáneamente, Vietnam se ha asociado con otros actores, incluyendo India, Japón, Australia y la Unión Europea, diversificando así su red de apoyo ante el cada vez más poderoso Beijing.
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Vietnam no puede permitirse antagonizar completamente con China, pero tampoco aceptar una dominación china en la región. A través de su "diplomacia de bambú" ha demostrado una notable habilidad para doblarse sin quebrarse ante las grandes potencias. Su asociación flexible con Estados Unidos, sumada al fortalecimiento de su capacidad defensiva y una diplomacia abierta a cooperar con cualquier actor que favorezca sus intereses nacionales, le permite resistir la presión china, manteniendo a la vez la puerta abierta a una cooperación pragmática con Beijing.
Pero en un entorno geopolítico tan volátil, ¿hasta qué punto podrá Vietnam sostener su frágil equilibrio entre Estados Unidos y China sin verse forzado a alinearse definitivamente con uno de los dos en medio de la creciente rivalidad entre ambas potencias?
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