Los seis meses donde Federico García Lorca se enamoró de Buenos Aires: los cafés que visitaba y el éxito inimaginable

Buenos Aires enamora, atrapa y encanta. Son infinitos los relatos de turistas y celebridades del mundo que quedan fascinados con la capital de Argentina. Algunos la eligen de fuente de inspiración, otros para vivir y para algunos significa la anécdota de sus vidas y esto último podríamos decir que le pasó al poeta Federico García Loca quien hoy, 5 de junio, hubiera celebrado 127 años.
Un repaso de los seis meses que pasó el nacido en Granada en la ciudad que lo sorprendió y enamoró, encontrando en estas tierras un cariño y un éxito que nunca hubiera imaginado. Avenida de Mayo, Bodas de Sangre y las anécdotas que aún sigue vivas.
Federico de Buenos Aires
Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca nació el 5 de junio de 1898 en el municipio granadino de Fuentes Vaqueros, España, y es considerado el poeta más importante de la literatura española del siglo XX con obras como Romancero Gitano (1928), Bodas de Sangre (1933), Yerma (1934) y La Casa de Bernarda Alba (1936). Ya siendo un escritor consagrado visitó a la Buenos Aires bohemia y romántica, aquella que aún peleaba entre sus fantasmas del siglo pasado con la modernidad del siglo XX. Para Lorca este combo fue perfecto y quedó tan hechizado que terminó extendiendo su estadía.
García Lorca llegó a Buenos Aires el 13 de octubre de 1933 en el transatlántico "Conte Grande", proveniente de Barcelona, en pleno golpe de Estado conocido como Década Infame. Fue su primera visita al país y pensada por pocas semanas con el objetivo de dar notas, presenciar el éxito teatral de Bodas de Sangre protagonizada por Lola Membrives, participar de reuniones sociales y darle difusión a su compañía de teatro popular: La Barraca. Al llegar se sorprendió tanto por los agasajos que le dijo a su madre: "me tratan como a un ministro".
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García Lorca en su llegada a Buenos Aires, octubre de 1933.
En su primera noche se le organizó una cena en la casa de la hija del médico Enrique Tornú, Sara Tornú, y su marido Pablo Rojas Paz en lo que hoy es Charcas al 900. De la cena participaron notables escritores como Norah Lange, Oliveiro Girondo, Conrado Nalé Roxlo y Pablo Neruda.
Se alojó en el famoso Hotel Castelar de Avenida de Mayo al 1152, ocupó la habitación 704 en donde se colocó una placa para transformarla en un pequeño museo hasta el cierre del hotel el año pasado. No fue casualidad la elección de ese lugar para que descanse, Avenida de Mayo y su toque español lo hacía sentir un poco más en su casa.

Federico recitando uno de sus poemas a los oyentes de una estación radial de Buenos Aires.
No le fue difícil adaptarse al ritmo de Buenos Aires; solía ir al café Tortoni y a los 36 Billares, caminaba por Corrientes y compartía veladas con los personajes más destacados. Fue la ciudad donde conoció a Pablo Neruda, en ese entonces cónsul de Chile en Argentina, con quien entabló una gran amistad.

En una de sus tantas noches porteñas, aquellas donde solía frecuentar lugares característicos de su círculo social, conoció a Carlos Gardel. El encuentro se dio cuando el poeta salió del teatro Smart, hoy Multiteatro, junto con su colega César Tiempo y se les acercó El Zorzal quien los invitó a su departamento para cantarles Caminito, Claveles Mendocinos, La Tropilla y Mis flores Negras; Lorca no se quedó atrás ya que, según su biógrafo Ian Gigson, tocó canciones típicas españolas en el piano. “En Corrientes y Libertad una sonrisa y dos brazos vinieron a nuestro encuentro. Hubo un revuelo de curiosidad a nuestro alrededor. El hombre del encuentro era Carlos Gardel. Le presenté a Federico. Se fundieron en un abrazo”, describió Tiempo sobre la reunión.

Lorca y Neruda junto a otros amigos durante su estadía en Buenos Aires, 1933/1934.
Un mural con historia y polémica
Lorca también participó de la inauguración del polémico mural de Siqueiros, encargo del dueño de diario Crítica Natalio Botana, en Don Torcuato junto con Neruda. El poeta chileno contó que vivió un efímero, pero intenso, romance con la esposa del artista mexicano -Blanca Luz Brum- en aquella finca y se ha dicho que en uno de sus encuentros el nacido en Granada debió oficiar de "campana".

Lorca y Membrives en el Teatro Avenida, en las 100 representaciones de Bodas de sangre, noviembre de 1933.
A fines de marzo el poeta se despidió de Buenos Aires, antes de ello primero dejó un sobre con dinero para que sus amistades lo gastaran en fiestas y el 26 de dicho mes realizó una función de títeres de cachiporra para sus amigos en el Teatro Avenida. Lorca se marchó dedicándole unas palabras a la ciudad que lo encandiló: "Buenos Aires tiene algo vivo y personal, algo lleno de dramático latido, algo inconfundible y original en medio de sus mil razas que atrae al viajero y lo fascina. Yo se que existe una nostalgia de la Argentina, de la cual no quiero librarme. Para mí ha sido suave y galán, cachador y lindo, y he de mover por eso un pañuelo oscuro, de donde salga una paloma de misteriosas palabras en el instante de despedida. Me voy con gran tristeza, tanta, que ya tengo ganas de volver".

Lorca se despedía con una función de títeres de cachiporra para sus amigos en el Teatro Avenida el 26 de marzo de 1934.
Murió en Granada, España, dos años después el 18 de agosto de 1936. Fue fusilado, víctima de la Guerra Civil que azotó a su país, acusado de "ser espía de los rusos, estar en contacto con estos por radio, haber sido secretario de Fernando de los Ríos y ser homosexual". Hasta el día de hoy su cuerpo no fue encontrado, solo se sabe que fue arrojado en una fosa en el camino que va de Vízcar a Alfacar.

Algo tendrá Buenos Aires que seduce y enamora incluso a los más rebeldes, García Lorca no fue inmune a sus encantos. Pero Baires también le correspondió, fue un amor a primera noche para quedarse para siempre en cada uno. Lorca aún vive en aquellas calles de Avenida de Mayo, en los cafecitos típicos de la ciudad y en ese Maipo donde su Bodas de Sangre fue un total éxito porque esta ciudad que ha maravillado a más de uno dejó una marca imborrable en su corazón gitano.
Por Yasmin Ali
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