El negocio de la muerte: denuncian cacerías humanas durante el asedio de Sarajevo y las comparan con los “tours de guerra” en Gaza
Tres décadas después del sitio de Sarajevo, el asedio más prolongado a una ciudad en la historia de la guerra moderna, un nuevo expediente judicial en Italia volvió a arrojar luz sobre una de las prácticas más perturbadoras surgidas en la guerra de Bosnia: la participación de civiles europeos adinerados en supuestas expediciones de caza cuyo objetivo eran personas atrapadas en la ciudad asediada.
La investigación italiana no solo revive un capítulo traumático de la historia reciente, sino que también expone cómo ciertos comportamientos ligados a la deshumanización del enemigo resurgen en escenarios contemporáneos, como la Franja de Gaza.
La fiscalía de Milán abrió una causa para determinar si un grupo de millonarios europeos viajó deliberadamente al territorio bosnio en los años noventa para disparar contra civiles durante el cerco.

La denuncia, presentada por el escritor Ezio Gavazzeni y los abogados Nicola Brígida y Guido Salvini, reunió documentos y testimonios que ya están en manos de los investigadores. Sobre ese material, Brígida afirmó a la agencia EFE: “La documentación revela que ciudadanos italianos viajaban a Sarajevo, pasando por Trieste, para matar a personas asediadas”.
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Según fuentes judiciales, se trata de un presunto delito de homicidio voluntario agravado por motivos abyectos y actos de crueldad. La causa apunta a un grupo reducido de sospechosos, identificados por primera vez en un expediente europeo. Son hombres, hoy de entre 65 y 82 años, vinculados a entornos ultraderechistas y al coleccionismo de armas. Los investigadores estiman que en aquella época pagaban entre 80 y 100 mil euros por participar en los fines de semana de “caza”, con montos aún mayores cuando la víctima era un niño.
La denuncia tomó fuerza luego de que Edin Subasic, exgeneral de brigada bosnio y antiguo agente de inteligencia, confirmara que existieron estas prácticas. También recordó que el documental “Sarajevo Safari”, estrenado en 2022 por el director esloveno Miran Zupancic, ya había señalado a ciudadanos italianos como participantes en estos hechos. Subasic aseguró que algunos implicados fallecieron, aunque otros “aún están al alcance de la justicia”.

Un escenario donde la vida dejó de tener valor
Entre 1992 y 1996, Sarajevo vivió uno de los asedios más prolongados de la historia moderna. Las fuerzas serbobosnias rodearon la ciudad y la sometieron a más de mil días de bombardeos y ataques de francotiradores. Allí nació uno de los símbolos más crueles de la guerra: la llamada “Avenida de los Francotiradores”, donde cualquier movimiento podía resultar fatal.
Las cifras dan cuenta del impacto: más de 10 mil muertos, en su mayoría civiles, durante el cerco; al menos 225 víctimas de francotiradores, entre ellas 60 niños. En ese escenario de terror cotidiano, los testimonios que se investigan describen la presencia de extranjeros que no participaban del conflicto por razones políticas o militares, sino por entretenimiento.
Para el expediente italiano, este fenómeno no puede leerse únicamente como un acto de sadismo individual. La documentación indica que los sospechosos tenían afinidades ideológicas con movimientos neofascistas italianos que durante los años noventa simpatizaban con la causa serbobosnia. La guerra de Bosnia, marcada por el resurgimiento de nacionalismos tras la disolución de Yugoslavia, sirvió de terreno fértil para discursos que definían a los bosnios musulmanes como enemigos culturales.
Si bien los Acuerdos de Dayton pusieron fin al conflicto en 1995, Bosnia y Herzegovina continúa arrastrando las fracturas políticas y territoriales que dejó la guerra. El modelo de gobierno tripartito, con representación bosnia, croata y serbia, sostiene una estabilidad frágil en un país donde la memoria de los crímenes aún divide a la sociedad. En ese contexto, la aparición de nuevas pruebas sobre estos hechos reabre un debate incómodo que muchos preferían mantener en silencio.

El espejo contemporáneo: la violencia convertida en espectáculo
Aunque separados por miles de kilómetros y por contextos legales distintos, episodios recientes en la Franja de Gaza muestran un patrón inquietante: la conversión del conflicto armado en un espectáculo para observadores externos.
Organismos de Naciones Unidas calificaron la situación en el enclave palestino como genocidio, y aun así surgieron denuncias sobre un fenómeno llamado “turismo de guerra”. Desde colinas y miradores cercanos a la frontera, grupos de personas se reúnen para observar bombardeos y operaciones militares.
Un reportaje de la cadena alemana Deutsche Welle documentó incluso la existencia de tours organizados desde Israel, con precios que alcanzan los 800 dólares por persona. La práctica, aunque distinta en naturaleza a la denunciada en Sarajevo, comparte un elemento crucial: la normalización del sufrimiento ajeno como parte del consumo visual.

El interrogante ético persiste y se vuelve más urgente: ¿hasta qué punto puede desdibujarse la empatía humana cuando la guerra se transforma en espectáculo?
La historia reciente demuestra que la respuesta no pertenece solo al pasado. Y que, tal como reflejan las denuncias de Sarajevo y las escenas de Gaza, el límite entre la tragedia y el entretenimiento puede volverse inquietantemente difuso cuando el dolor del otro deja de conmovernos.














