Siria después de Al Assad: ¿quién reconstruye el poder?

Aunque todo indicaba que Turquía había sido el principal impulsor de su ascenso, el primer destino oficial de al-Sharaa fue Arabia Saudita.

Por Pablo Tanous - Geopolítica en acción

Miércoles 11 de Junio de 2025 - 15:01

Manifestantes con la nueva bandera de Siria. Foto: Reuters. Manifestantes con la nueva bandera de Siria. Foto: Reuters.

El autoproclamado presidente sirio Ahmed al-Sharaa, también conocido como Al Joulani, fiel al estilo político de la región, logró mediante un artilugio legal descartar toda posibilidad de elecciones a corto plazo. Mientras tanto, consiguió el respaldo de los actores internacionales clave para garantizar su continuidad en el poder.

Un repaso breve permite reconstruir su recorrido reciente. Aunque todo indicaba que Turquía había sido el principal impulsor de su ascenso —particularmente por su apoyo a los grupos armados que dominaron la provincia de Idlib—, el primer destino oficial de al-Sharaa fue Arabia Saudita...

¿Por qué priorizar a Riad por sobre Ankara? La respuesta es múltiple.

Por un lado, aunque Erdogan jugó un papel central en el sostenimiento militar de las facciones rebeldes, la Turquía actual carece de los recursos necesarios para impulsar la reconstrucción económica de Siria tras catorce años de guerra. En cambio, Arabia Saudita no solo cuenta con fondos sustanciales gracias a sus reservas energéticas, sino que ha desplegado una diplomacia hábil que le permite estar casi siempre del lado correcto del tablero internacional.

Ahmed al Sharaa, nuevo líder de Siria. Foto: Reuters Ahmed al Sharaa, nuevo líder de Siria. Foto: Reuters

Pero no se trata solo de lo económico. Arabia Saudita se ha convertido en una pieza central del ajedrez diplomático regional. No por casualidad, tanto las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre Ucrania como el anuncio de Donald Trump sobre el levantamiento de sanciones a Siria tuvieron lugar en territorio saudí. Al Joulani parece haber comprendido que el poder de Riad no es solo económico, sino también simbólico y político. En ese contexto, su segundo destino fue Turquía, donde fue recibido por un Erdogan que sabe cuánto le debe el nuevo régimen sirio.

Queda por ver cómo se desarrollará esta alianza doble con dos actores que compiten, a su vez, por la conducción del mundo islámico. El equilibrio será complejo, pero estratégico.

Ahora bien, un actor clave aún no mencionado es Israel. A pesar del colapso del régimen de Al Assad, Tel Aviv continúa considerando a Siria una amenaza para su seguridad. En consecuencia, Netanyahu ha avanzado desde la zona del Golán, ampliando su control territorial y continuando con los bombardeos sobre presuntas instalaciones militares. Lo paradójico es que el nuevo gobierno de Al Joulani no tiene vínculos con Irán ni con Hezbolá, enemigos declarados de Israel. No obstante, la debilidad estructural del Estado sirio parece ofrecerle a Israel una oportunidad para ganar posiciones de cara a futuras negociaciones regionales.

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En paralelo, las condiciones internas de Siria tampoco prometen estabilidad. La minoría alawita —a la que pertenecía Bashar Al Assad— parece hoy víctima de una violencia sistemática por parte de milicias que el nuevo gobierno no asume como propias, pero tampoco combate. La preocupación crece ante la posibilidad de que este clima se extienda a los cristianos, lo que elevaría la gravedad del conflicto interno a una escala difícil de ignorar incluso por actores internacionales tradicionalmente indiferentes.

Ante este panorama, surge una pregunta fundamental: ¿qué papel jugará Estados Unidos en la Siria post-Asad? El levantamiento parcial de sanciones anunciado por Donald Trump podría ser un primer paso hacia la reconstrucción de un vínculo pragmático con Damasco. Sin embargo, si Washington no asume un rol activo en la recuperación económica e institucional del país, corre el riesgo de dejar el camino libre a una potencia con objetivos globales muy definidos: China.

Conflicto en Siria. Foto: Reuters Conflicto en Siria. Foto: Reuters

Beijing ha demostrado, a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta, que está dispuesta a invertir masivamente en regiones devastadas a cambio de influencia política y acceso privilegiado a recursos. Siria, con su infraestructura destruida y su población empobrecida, representa un caso ideal para esta estrategia. La tentación de un salvador externo podría inclinar la balanza si Estados Unidos no ofrece una alternativa concreta.

Por eso, más allá del gesto de levantar sanciones, la Casa Blanca debe decidir si está dispuesta a competir por el futuro de Siria o si permitirá que otro actor lo defina.

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