Vino, arte y arquitectura única: el mágico pueblo cordobés que significa “alegría” y es ideal para un viaje al pasado

Alejarse del ritmo de las grandes ciudades es, muchas veces, la mejor forma de recargar energías. Y en Córdoba, hay pueblos que parecen hechos a medida para desconectar. Uno de ellos es Ischilín, un rincón lleno de calma, encanto y alegría, en el sentido más literal: su nombre proviene de la lengua sanavirona y significa justamente eso, alegría, tal como lo bautizaron sus primeros habitantes hace siglos.
En el norte cordobés se encuentra este apacible pueblo que parece detenido en el tiempo, con una atmósfera que remite a la época colonial. Entre sus callecitas tranquilas se encuentran construcciones de gran valor histórico: una antigua pulpería, la escuela Fernando Fader, la comisaría y el edificio del correo son algunas de las más emblemáticas. A este conjunto se suman casas de adobe que conservan su esencia original, como el pintoresco Rancho de Doña Eleuteria.

Fundado en 1640, Ischilín tuvo sus primeros años como un modesto paraje dentro del histórico Camino Real al Alto Perú. En tiempos del Virreinato, este camino era la vía principal que conectaba el Río de la Plata con el Alto Perú, y era transitado por carretas y mensajeros que llevaban mercancías, noticias y viajeros. Ischilín, enclavado en esa ruta clave, fue testigo silencioso del paso de la historia y del pulso colonial del interior cordobés.

Para hospedarse, se encuentra La Rosada o La Serena, dos casas de campo con alojamientos turísticos. Por un lado, La Rosada ofrece riquísimos platos, frescos y caseros y sin dudas, sus pastelitos son un imperdible. Por su parte, en La Serena, las empanadas y los dulces artesanales son los preferidos.
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Entre los imperdibles del pueblo se encuentra la capilla Nuestra Señora del Rosario, la plaza principal con un antiguo aljibe y un algarrobo legendario, las antiguas casas de adobe y las construcciones coloniales. Se suma la bodega Jairala Oller y la Casa Museo Fernando Fader.

Entre sierras y viñedos
Presente en el Camino del Vino en Córdoba, la bodega Jairala Oller es una parada obligatoria para degustar sus exquisitos productos y dedicar un recorrido a sus viñedos y bodega para conocer el modo de cultivo y producción vitivinícola.

Por su parte, para los fanáticos del arte y la pintura, vale la pena conocer la Casa Museo Fernando Fader. Se encuentra a unos ocho kilómetros de Ischilín, en el paraje Loza Corral, y es refugio de objetos personales y murales de este artista plástico.