El hallazgo motivó a los científicos a buscar comprender mejor cómo y por qué algunos de estos órganos logran resistir el paso del tiempo mientras que otros se desintegran completamente.
Por Canal26
Viernes 12 de Abril de 2024 - 14:05
Cerebro. Foto: Unsplash
En el actual territorio de Rusia, se analizaron más de 4.000 cerebros humanos entre los que se encontraron algunos ejemplares datados de hace 12.000 años aproximadamente.
Cerebro. Foto: Alamy, Reuters
La sorpresa fue total entre los investigadores dado que el seso es una de las partes del cuerpo cuya descomposición es más rápida luego del fallecimiento, ya que se trata de un tejido muy blando. Por este motivo, suele perdurar solamente el cráneo sin rastros del cerebro.
Este hallazgo recobra una gran importancia debido a que pareciera confirmar que "todos nos descomponemos de manera diferente en la muerte. Y mucho parece depender de cómo viviste y de qué mueres", señaló una especialista.
Un cerebro de 12.000 años de antigüedad. Foto: Alexandra L. Morton-Hayward vía Science
Además, a partir de esta revelación, puede abrirse un camino para averiguar más sobre lo que sucede con este órgano después de la muerte y cómo es el envejecimiento del cerebro en la vida.
Las conclusiones de la investigación mencionan que "el descubrimiento de más de 4.400 cerebros humanos conservados, de los cuales más de 1.300 tienen una antigüedad de hasta 12.000 años y se conservan en ausencia de otros tejidos blancos, sugiere que los tejidos nerviosos persisten en una abundancia que fue pasada por alto en la literatura arqueológica".
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Un grupo de investigadores identificó por primera vez un conjunto de neuronas relacionadas con la búsqueda compulsiva de alimentos. El descubrimiento abre las puertas para tratar problemas de trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia.
Según el estudio, estas neuronas están escondidas en una región llamada sustancia gris periacueductal, que se encuentra en la base del cerebro, en dirección opuesta a la corteza prefrontal; y contribuyen a la modulación del estado de ánimo, el sueño, la ansiedad y la respuesta al estrés, entre otras funciones.
Los ratones fueron los animales puestos a prueba. Foto: Unsplash
Los experimentos revelaron que incluso en animales completamente saciados, la activación de esas neuronas desataba la búsqueda frenética de alimento haciéndoles comer más de lo normal.
Pero también ocurrió lo contrario. Los animales a los que se dejó deliberadamente con mucha hambre comieron menos cuando se inhibieron las neuronas VGAT.
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