Gilda, a 29 años de su muerte: la tragedia que enlutó al país y sus canciones más míticas e icónicas

El 7 de septiembre de 1996, los fanáticos de Gilda se levantaron con una devastadora noticia: la reina de la cumbia había muerto. Aquel día, la cantante viajaba junto a su banda hacia Chajarí, en la provincia de Entre Ríos, cuando el micro que los trasladaba impactó de frente contra un camión en el kilómetro 129 de la Ruta Nacional 12. En un giro tan rápido como inesperado, la joven que llevaba sueños y esperanza a todos sus recitales se apagó, pero dejó un fuerte legado de canciones de amor que acompañarán la banda sonora de sus fans por siempre.
El día del accidente, la ruta estaba resbaladiza y la visibilidad era baja. Según las pericias, el camión mordió la banquina, perdió el control y terminó invadiendo el carril contrario. A pesar de que intentó estabilizarse, no logró evitar el choque con el colectivo de la banda. El impacto fue fatal. Allí, Gilda, su madre Isabel Scioli, su hija Mariel, tres músicos, una corista y el chofer no sobrevivieron al impacto. El único familiar que sobrevivió fue Fabricio Cagnin, el hijo menor de la artista, de tan solo 7 años.

Horas más tarde, el pueblo estaba llorando a Gilda como una amiga cercana, en cada barrio, en cada rincón e incluso a las afueras de su funeral. La gente se reunió a homenajearla y a despedirla, reviviendo su música y haciéndola inmortal. Es que la mujer que era maestra jardinera se convirtió rápidamente en un ícono popular.
Su nombre real era Miriam Alejandra Bianchi, nacida el 11 de octubre de 1961. Su infancia transcurrió en el barrio porteño de Villa Devoto, en una familia de clase media trabajadora. Desde pequeña siempre mostraba un espíritu artístico: cantaba frente al espejo disfrazada, imitaba a los artistas, decía que quería subirse a los escenarios y hasta estudió danza y música, pero nunca creyó que realmente podría llegar a ser famosa, ya que su familia no aprobaba su vocación.
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Al fallecer su padre cuando ella tenía 16 años, asumió responsabilidades familiares y decidió estudiar para maestra jardinera. En 1981 se casó con Raúl Cagnin, con quien tuvo dos hijos: Mariel y Fabricio. Durante años llevó una vida convencional: ella era madre, esposa, docente. Pero escribía canciones en secreto, tocaba la guitarra y su sueño de ser cantante nunca se apagó.
Todo cambió cuando, ya con más de 30 años, leyó un aviso en el diario que decía: “Se busca vocalista femenina para grupo de música tropical” y una chispa volvió a recorrerla como el fuego que enciende el alma. Ella fue, se presentó, y quedó. A partir de ese momento, nació Gilda, la estrella que había aguardado su momento para salir a brillar y a relucir su talento.
Sin embargo, su camino no fue fácil, ya que el ambiente de la movida tropical estaba dominado por hombres y se resistía a aceptar a las mujeres como las protagonistas. Además, su familia y su marido no apoyaban su decisión de dedicarse a la música, lo que derivó en su separación en 1994.
Aunque tenía que lucharla, Miriam salió adelante y conoció a Juan Carlos “Toti” Giménez, ex tecladista de Ricky Maravilla, quien se convirtió en su productor, socio artístico y pareja sentimental. Con él, armó su banda, grabó sus primeros discos y comenzó a recorrer el país.

En pocos años, Gilda pasó de tocar en bailantas, cárceles y pequeños eventos, a llenar teatros, festivales y salones repletos de fans que la adoraban por su autenticidad, su carisma y la profundidad de sus letras profundas y honestas, alejadas de la hipersexualización y lo “común” de la industria musical: ella escribía sobre sus sentimientos, sobre el duelo, el amor, la despedida, la soledad, la esperanza.
Sus canciones más icónicas y la curiosa letra de “No es mi despedida”
Antes del accidente, Gilda cantó su última canción: “No es mi despedida”, que, con el tiempo, parecía anticipar su muerte. La letra era desgarradora, ya que anticipaba un hasta luego, pero con la esperanza de que algún día, su destino la volvería a cruzar con su amado.
“Quisiera no decir adiós, pero debo marcharme. No llores, por favor no llores, porque vas a matarme. No pienses que voy a dejarte, no es mi despedida, una pausa en nuestra vida, un silencio entre tú y yo...”, comienza con una voz suave y melancólica. En su estribillo, Gilda promete un reencuentro y pide que no la olviden, como si supiera que se volvería, más allá de su muerte, en un ícono popular y para muchos, hasta sería su propia santa.
Las letras, cargadas de emoción, fueron tomadas como una despedida espiritual. Desde entonces, la canción se convirtió en un himno para quienes la recuerdan con devoción al cantar su estribillo: “Yo por tí volveré, tú por mí, espérame, no me olvides”.
Sin embargo, esta canción no fue la única que impactó en la sociedad: la icónica “No me arrepiento de este amor”, lanzada en 1994, no es solamente su tema más conocido, sino que, además, es un himno para aquellos que alguna vez se la jugaron por alguien que amaban. Varias veces reversionada, tuvo su estrellato en distintas melodías y hasta la banda Attaque 77 hizo su propia versión rockera.
Sin dudas, otro de sus grandes éxitos fue “Fuiste”, una canción incluida en su álbum “Corazón valiente”, lanzado en 1995. El disco tuvo un impacto masivo en ventas, lo que le valió a Gilda un Disco de Oro y un Doble Platino en Argentina.
Ese mismo año, también se animó a versionar el tema “Paesaggio” del cantante italiano Franco Simone, al que tituló “Paisaje”. Su interpretación fue un éxito rotundo y alcanzó el puesto número 1 en los rankings, consagrándose definitivamente ese año como el más importante de su carrera.
Años más tarde, en 1997, después de su fallecimiento, se reeditó su primera canción, “Se me ha perdido un corazón”, que, aunque con una letra melancólica y desgarradora, fue tomada como un himno en las bailantas, los cumpleaños y en los eternos corazones rotos que vagaban buscando una respuesta.
Pasaron 29 años de su partida, pero Gilda sigue siendo una figura inspiradora, revolucionaria para la época y profundamente amada por toda la cultura argentina. Ella no solamente representa la música tropical, sino también a una mujer que luchó por su sueño, confió en ella misma y desafió a toda una industria sin perder su autenticidad.