La defensa venezolana, en jaque: deterioro militar y falta de apoyo internacional ante la presión de Estados Unidos
Mientras Rusia, Irán y China no aclaran si su apoyo a Nicolás Maduro podría materializarse en una defensa bélica; el desgaste de las Fuerzas Armadas es un mal síntoma para Venezuela.
En un contexto marcado por el amplio despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe y su creciente presión sobre Venezuela, la confirmación de un contacto telefónico entre Nicolás Maduro y Donald Trump para acordar una posible reunión en Norteamérica reaviva las dudas respecto a la preparación de Caracas para soportar una intervención militar de Washington y sobre el rol que podrían desempeñar los “aliados” del mandatario venezolano.
Aunque Trump evitó precisar si existe un ataque inminente en territorio venezolano -en el marco de la ampliación de la campaña antidrogas que las fuerzas estadounidenses desarrollan en el Caribe y el Pacífico, con la destrucción de una veintena de embarcaciones vinculadas al narcotráfico y más de 80 tripulantes muertos-, sus declaraciones no lograron despejar las tensiones. Por el contrario, alimentaron la percepción de que Washington está dispuesto a escalar su presencia militar en la región.
Este escenario incrementa la incertidumbre en Caracas, donde un aparato militar debilitado y una estrategia de defensa asimétrica sin evidencia pública de eficacia se combinan con un clima político interno frágil. Mientras tanto, los aliados de Maduro mantienen un apoyo diplomático limitado y evitan comprometerse públicamente con una intervención directa, lo que deja a Venezuela expuesta ante un posible incremento de la presión estadounidense.
¿Venezuela está preparada para una intervención militar de Estados Unidos?
La posibilidad de un ataque militar convencional por parte de Estados Unidos vuelve a poner en debate el nivel de preparación real de Venezuela para enfrentar un escenario de alta tensión. El deterioro de las Fuerzas Armadas -marcado por salarios insuficientes, equipamiento obsoleto y una moral debilitada- llevó al gobierno de Nicolás Maduro a apostar casi exclusivamente por una estrategia defensiva basada en guerra irregular: movilización de milicias, simpatizantes armados del partido gobernante, inteligencia local y tácticas de sabotaje distribuidas en múltiples puntos del territorio.
Sin embargo, no existe evidencia pública que permita evaluar con certeza la efectividad de ese plan defensivo, lo que deja abiertos interrogantes críticos sobre su viabilidad.
Es que las Fuerzas Armadas venezolanas son una institución fuertemente desgastada, en la que los soldados rasos ganan apenas unos cien dólares mensuales (un salario muy inferior al necesario para mantener una vida digna según estándares locales). Esa realidad, sumada a la falta de entrenamiento reciente y a la antigüedad del equipamiento -aviones de combate, helicópteros, tanques y misiles portátiles de origen ruso- debilita su capacidad para una respuesta convencional.
Además, se reportan deserciones en varias unidades, una situación que podría agravarse ante un conflicto real con Estados Unidos.
El rol de los “aliados” de Venezuela ante una posible intervención de Estados Unidos
En paralelo, la combinación de una profunda crisis institucional, el limitado respaldo internacional y la presión creciente de Estados Unidos aumenta la vulnerabilidad estratégica del país, alimentando dudas sobre su capacidad para sostener un conflicto de esta magnitud.
Mientras Nicolás Maduro hace alarde de tener apoyos internacionales, sus aliados no aclaran por ahora si este apoyo podría trascender el dominio de las palabras y materializarse en una defensa bélica.
La relación entre Rusia y Venezuela
Rusia mantuvo desde el inicio un apoyo político visible al gobierno de Nicolás Maduro, con declaraciones públicas desde Moscú que respaldan su continuidad. No obstante, ese acompañamiento no se tradujo en señales firmes de un compromiso militar directo. Incluso, aunque Maduro habló de una estrecha cooperación militar con Moscú, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, negó categóricamente las informaciones de que Caracas haya solicitado oficialmente ayuda militar.
El único movimiento verificable hasta ahora es el aterrizaje, a finales de octubre, de un avión de carga militar ruso Il-76 en Caracas, lo que generó especulaciones sobre un posible envío de sistemas defensivos avanzados.

Tras el estallido de la crisis entre Venezuela y Estados Unidos, el presidente ruso, Vladímir Putin, promulgó el acuerdo de cooperación y asociación estratégica suscrito en mayo, compromiso que ratificó hace una semana en una carta dirigida a Maduro. Caracas, por su parte, prorrogó en los últimos días por 15 años la operación de dos petroleras mixtas ruso-venezolanas y también decidió incrementar los vuelos a Moscú tras la cancelación de las licencias de seis aerolíneas, en un intento por consolidar la relación.
Aun así, todo apunta a un escenario más cercano al modelo iraní, al que abandonó a su suerte cuando Estados Unidos bombardeó la república islámica (apoyo limitado y sin cláusulas de defensa mutua) que al norcoreano, donde Rusia sí contempla compromisos militares explícitos.
Irán y China, los otros aliados de Venezuela
China mantiene una relación cercana con Venezuela, pero su apoyo se limita al plano diplomático. Pekín afirma que su cooperación con Caracas se desarrolla entre Estados soberanos y no está dirigida contra terceros, y pide que cualquier acción de Washington se ajuste a los marcos legales internacionales.
Aunque Venezuela compra armamento chino, no existe un acuerdo público de defensa entre ambos países, y el hermetismo habitual de Pekín hace improbable que trascienda un eventual apoyo militar. Hasta ahora, las señales de respaldo chino no fueron más allá de declaraciones que rechazan acciones que afecten la estabilidad en América Latina y que cuestionan medidas coercitivas excesivas.
Irán también expresó apoyo político a Venezuela, reclamando respeto a su soberanía ante el despliegue militar estadounidense en el Caribe. Funcionarios iraníes denunciaron el unilateralismo de Washington y destacaron que Venezuela, como país independiente, puede defenderse por sí misma. Ambos gobiernos firmaron en 2022 un acuerdo de cooperación de largo plazo, cuyo alcance en materia de defensa no es público. Sin embargo, pese a la cercanía política, es improbable que Irán participe directamente en un conflicto con Estados Unidos, especialmente tras el desgaste reciente de su propia capacidad militar.
















