Tony Levin, un indisciplinado

Con su Stick, un baterista arrollador y un guitarrista virtuoso y dueño de un estilo único, el bajista de King Crimson y Peter Gabriel cautivó en dos fechas a los porteños. Dueño de una versatilidad sin fisuras y un humor distendido, lejos del virtuosismo que en cada nota denota, Levin hizo lo que quiso y ratificó que es tan único como el power trío experimental sobre el que se sostiene. Por Sergio Corpacci.

Por Canal26

Martes 15 de Marzo de 2011 - 00:00

Tony Levin hace lo que quiere y le viene en gana. Pocos minutos antes de salir a apabullar y deleitar a su público porteño camina distendido y ocultando su calva bajo una gorrita guerrillera. Lo saludan mientras ingresa al ND Ateneo como culaquier hijo de vecino y, muy cordial, devuelve la gentileza.

Minutos después de que los locales Tremor no necesiten más que tres temas, tres tipos sobre en escena y un par de bombistas para sorpender con su combo de rock experiental y folclore, Levin de informal negro, cual fuerza de elite, sale a escena y cosecha los primeros aplausos.

Hay reverencia y expectativa. La primera bien vale para quien acumula pergaminos ya sea con King Crimson y Peter Gabriel, dos íconos del rock experimental que no necesitan explicación. Sino los conocen no saben lo que se pierden. Y enseguida los que se pierden en un mar de virtuosismo son los dedos de Levin en ese Stick que domina como pocos. O los de Marcus Reuter que desde su estirpe de nerd acaricia y recorre el mastil de su guitarra con una velocidad y una pausa que asombra.

¿Donde poner los ojos? ¿En las manos de Levin y su Stick prodigioso? En las de Router y su viola cautivamente con su estilo “touch guitar”? ¿O en los brazos de pulpo de Pat Mastelotto con los que sacude su batería tal cual lo hace en King Crimson? Imposible disciplinar la vista como disciplinar a estos experimentales indisciplinados que como para sentar bases arrancan su poderoso con set con “Indiscipline” y marcan territorio de lo que vendrá.

Y lo que viene es una arrolladora demostración de virtuosismo, experimentación sonora, celebración para los sentidos a base de una pared sónica.

Levin se atreve a todo. A susurrar, a cantar en castellano, a posesionarse sobre su stick, a dialogar con el público, a registrar el momento en su camarita digital. A presentar a su músicos, a hacer chistes y a tomarse muy en serio que como experimentadores del sonido no hay trío que los emparde más allá de que uno cierre los ojos, abra los oídos y rememore a los gigantescos Primus, otros americanos duchos en esto del free rock o la etiqueta que ustedes quieran ponerle y que son muchas como para andar nombrando.

Entonces tras “Indiscipline” los tres monstruos se dedicaron a repasar su disco anterior Soup y el más reciente EP Absalon que tocaron casi en su totalidad.

Antes de acometer Vroom Vroom, Industry y Red y sorpender con Breatless del disco solista de Robert Fripp, Levin contó que en una visita a mediadios de los 90 vino con el mencionado, se quedaron en Argentina componiendo un mes y que nuestro país pasó a ser su segundo hogar.

Ese fue el único comentario argentino. Nada de decirnos que somos los mejores ni de ponerse camisetas albicelestes ni mencionar Dieguitos y Lionelcitos. Esto es música de verdad y a eso vinieron al ND Ateneo del centro porteño.

A sacudirnos, a sorprendernos, a extasiarnos y a dejarnos con la sensación de que a veces no hace falta con cumplir con ciertos canones del mercado, el marketing, las pantallas gigantes y las movidas de prensa.

Esa disciplina, que a tantos tiene tan disciplinados, no es para Tony Levin y los suyos. Unos indisciplinados totales de principio a fin con unos bises donde entregaron más de lo que podían haber dado.


Fin del show, más fotos levinescas, luces prendidas y el disciplinado cierre de un acto de indisciplina sin precedentes.