El funeral que rompió 400 años de tradición real: la Corona británica despidió a un importante miembro de su familia
La monarquía británica despidió este fin de semana a Catalina, duquesa de Kent, en un funeral que pasará a la historia. Fallecida el 5 de septiembre a los 92 años, la esposa del duque Eduardo fue despedida con un servicio religioso que rompió con siglos de tradición: se trató del primer funeral católico de un miembro de la Casa Windsor en 400 años.
La misa de Réquiem, celebrada en la catedral de Westminster y presidida por el cardenal Vincent Nichols, estuvo cargada de simbolismo y solemnidad. El rey Carlos III encabezó la delegación real, acompañado por los príncipes de Gales, William y Kate Middleton. También asistieron el príncipe Andrés, la princesa Ana y la duquesa de Edimburgo.
Una de las presencias que generó mayor sorpresa fue la de Sarah Ferguson, exesposa del príncipe Andrés y aún duquesa de York, cuya relación con la familia real ha tenido altibajos a lo largo de los años.
La gran ausencia, sin embargo, fue la de la reina Camila, quien no pudo participar debido a un problema de salud, aunque hizo llegar un mensaje de aliento al duque de Kent y a toda la familia.
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El adiós a la duquesa de Kent
Catalina de Kent deja un legado particular dentro de la monarquía. En 1994 tomó la decisión de convertirse al catolicismo, un hecho sin precedentes desde el reinado de Carlos II en 1685. Esta decisión tuvo que ver con que estudió en conventos católicos y en escuelas privadas.

Este gesto, considerado entonces disruptivo, hoy cobra un nuevo valor simbólico con su funeral, que abre un debate en torno a la relación de la Corona con la fe católica en un país históricamente marcado por el anglicanismo. Su conversión al catolicismo no afectó los derechos sucesorios de su esposo ni de sus hijos al trono.
Aunque pertenecía al círculo cercano de la reina Isabel II, Catalina siempre optó por mantener un perfil bajo en comparación con otros miembros de la realeza. También mantuvo una relación cercana con Diana de Gales, especialmente en actos benéficos y compromisos sociales.
El papa León XIV envió un mensaje de condolencias en el que destacó la “entrega de Catalina a la caridad y su cercanía con los más vulnerables”. Tras la ceremonia, el féretro fue trasladado al cementerio real de Frogmore, en Windsor, donde descansará junto a generaciones de la familia Windsor.

En cuanto a su labor social, la duquesa de Kent estudió música y llegó a enseñar en una escuela primaria de Londres, algo poco común en miembros de la realeza, que suelen mantener vidas alejadas de oficios cotidianos. A su vez, fue patrona de varias organizaciones benéficas relacionadas con la salud, la educación y la infancia.
Ella se casó en 1961 con el príncipe Eduardo, duque de Kent y primo hermano de la reina Isabel II. A partir de allí, pasó a formar parte de la Casa Windsor.

Tuvo tres hijos con el duque: George, conde de St. Andrews; Lady Helen Taylor, conocida por su interés en el arte; y Lord Nicholas Windsor, quien también se convirtió al catolicismo.
Más allá del duelo, la despedida de la duquesa de Kent quedará registrada como un acontecimiento que trasciende lo personal para convertirse en un capítulo clave en la historia de la monarquía británica, considerando lo atípicos que son los funerales católicos para la familia real.