Arabia Saudita-Pakistán: un pacto de defensa que altera el tablero regional

El reciente pacto de defensa firmado en Riad entre Arabia Saudita y Pakistán —por el cual cualquier agresión contra uno será considerada agresión contra el otro— sacudió la arquitectura de seguridad del Golfo y de Asia Meridional. Se trata de un movimiento de alto impacto que obliga a repensar motivaciones, riesgos y proyecciones.
El socio pakistaní: entre la inestabilidad y el peso nuclear
La alianza con Pakistán no deja de llamar la atención por múltiples motivos. Quizás uno de los más relevantes sea que se trata de un país siempre al borde del conflicto: con India, con Afganistán y con sus propias tensiones internas ligadas al talibán. Un aliado de riesgo para cualquiera.
La pregunta inmediata es: ¿qué gana Arabia Saudita atándose a esa inestabilidad? La respuesta más visible es el factor nuclear: Pakistán es un Estado con armas nucleares, algo que los saudíes siempre miraron con atención.
¿Podría haber cláusulas secretas que habiliten algún tipo de cooperación tecnológica? No hay pruebas, pero la sospecha abre un terreno de especulación inevitable: ¿comienza aquí el camino saudí hacia su vieja aspiración de un arma nuclear propia?
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La situación regional
El acuerdo también puede leerse como un movimiento preventivo frente a un entorno más volátil que nunca. Israel, en una dinámica de expansión-agresión inédita, además de Gaza y el Líbano atacó recientemente objetivos en Irán, Siria y, por primera vez en la historia, en Catar.
Aunque Riad comparte con Israel la oposición a un Irán nuclear, la escalada israelí puede verse también como un riesgo. El pacto con Pakistán funcionaría, entonces, como un seguro estratégico ante un escenario que podría desbordar en cualquier momento.
A primera vista, el acuerdo parece un mensaje a Washington: Arabia Saudita no depende exclusivamente de Estados Unidos para garantizar su seguridad. Pero cabe una pregunta distinta: ¿puede un pacto de esta magnitud firmarse sin el visto bueno de Washington? Más aún: ¿y si fue Estados Unidos quien facilitó el acuerdo, utilizando a Pakistán como “proxy” para darle a Riad lo que nunca podría transferir directamente?
Cualquier cooperación nuclear sería diplomáticamente inviable para Washington —sería imposible justificarla frente a su política hacia Irán o ante Israel—, pero el mero planteo muestra que la sombra de EE.UU. está presente.
Al menos, la tolerancia norteamericana es plausible: Arabia Saudita sigue siendo un pilar de la seguridad regional, y un pacto que complemente el paraguas de Washington podría leerse como parte de la coreografía general de defensa en el Golfo.
Qué gana cada uno
A simple vista, se podría decir que Pakistán obtiene respaldo económico y militar que fortalece su posición frente a India. Un acuerdo de esta naturaleza podría ampliar su margen de disuasión.
Por el lado de Arabia Saudita, lo que ya mencionamos: acceso a un socio con capacidad nuclear, además de un aliado dispuesto a comprometer tropas.
Por lo pronto el pacto saudí-paquistaní plantea más preguntas que respuestas. ¿Es un desafío a Estados Unidos o una jugada en tándem con él? ¿Se trata de un simple seguro defensivo o de un paso en la búsqueda saudí de disuasión nuclear? ¿Es reacción a la agresividad israelí en la región o parte de una estrategia de más largo plazo? Lo cierto es que el acuerdo abre un escenario cargado de incógnitas, donde tanto Riad como Islamabad parecen apostar a reforzar su seguridad en un entorno cada vez más impredecible.