Por qué Argentina necesita aliarse a Estados Unidos y a Chile para recuperar poder y asegurar la integridad territorial

Argentina debe superar los intentos de mantenerla como una factoría colonial, mera productora de recursos naturales. Esta fue la visión bajo la influencia británica y lo es ahora bajo la influencia china.

Argentina y Estados Unidos unieron lazos en el ámbito de vigilancia tecnológica.
Argentina y Estados Unidos unieron lazos en el ámbito de vigilancia tecnológica. Foto: X @EmbajadaEEUUarg

La posibilidad de una alianza entre Argentina y Estados Unidos como eje de una eventual coalición continental que supere la coincidencia ideológica de los presidentes de turno, ha constituido desde el Siglo XIX una aspiración frustrada.

Desde la proclamación de la Doctrina Monroe en 1823, en la que EE.UU. se autoasignaba el deber de proteger al hemisferio de la injerencia de potencias extracontinentales; los intentos de establecer una política panamericana; y el llamado a una alianza continental del Ártico al Antártico del General Perón, todos los intentos de acercamiento entre EE.UU. y Argentina fueron obstaculizados por la potencia europea con mayor influencia en el con sur: Gran Bretaña.

Hoy, con la incontrastable influencia de China en nuestra región, el debate recobra actualidad, y la República Argentina se encuentra en un punto de inflexión geopolítico que demanda un análisis realista para establecer qué alianzas son las más convenientes para promover la prosperidad. Y, para lograr ese objetivo, es necesario evitar el error de acudir a preceptos ideológicos o planteos en términos de servidumbre.

Argentina debe superar los intentos de mantenerla como una factoría colonial, mera productora de recursos naturales, que entrega los fuentes de producción (concesiones mineras, tierras agrícolas, infraestructura energética y portuaria, pesca, etc.) al mejor comprador, reduciendo al país a un tomador de precios y obligándolo a comprar a mayor precio los productos ya manufacturados. Esta fue la visión tradicional de nuestro país bajo la influencia británica y lo es ahora bajo la influencia china. Esta es la denominada complementariedad tan invocada en estos días.

Javier Milei y Donald Trump.
Javier Milei y Donald Trump. Foto: REUTERS

¿Acaso la conveniencia no está en asistirse recíprocamente los países productores de alimentos y energía para controlar el mercado?

El camino hacia una mayor autonomía estratégica y la recuperación de poder pasa por la conformación de un nuevo eje hemisférico que alinee los intereses de los países hemisféricos, del Ártico al Antártico. Entre otras cuestiones, supondría entonces alinear los intereses de los actores ubicados a los extremos del eje hemisférico americano: Argentina, Chile y Estados Unidos.

El Cono Sur, sometido a una triple presión

Actualmente, el Cono Sur está bajo una presión simultánea de tres vectores que amenazan la estabilidad regional:

  1. China, mediante el BRICS y la Ruta de la Seda, utilizando a Brasil como plataforma sudamericana para proyectarse logística y financieramente. La fuerte presencia de China preocupa a EE.UU., y el enfrentamiento entre ambos es fuente de inestabilidad y conflicto en la región.
  2. Europa, cuya influencia se canaliza a través de acuerdos comerciales y una influencia militar residual.
  3. Brasil mismo, que aspira a una hegemonía regional al controlar el Mercosur, definir la agenda económica y, además de la mencionada asociación con China, promover la convergencia con la Unión Europea, actuando como articulador de la arquitectura de poder externa.

Esta absorción del Cono Sur por una arquitectura de poder externa reduce a Argentina y Chile a meros proveedores periféricos, además de debilitar la posición de Estados Unidos en su propio hemisferio.

Estados Unidos y Argentina

La alianza con Estados Unidos parece ser la única vía para restablecer el equilibrio en Sudamérica y sacar a Argentina de su posición actual, lejana al centro de gravedad regional.

Desde la perspectiva de EE.UU., la situación es igualmente crítica. La presencia militar británica en Malvinas no solo debilita a Argentina, sino que limita a Estados Unidos y desordena el Cono Sur.

Islas Malvinas. Foto: REUTERS

Bajo una aplicación revigorizada de la Doctrina Monroe, la presencia británica constituye la última violación territorial activa de una potencia europea, una anomalía histórica que debe resolverse.

No puede desconocerse que la ocupación británica en Malvinas está siendo explotada indirectamente por China. Si el Reino Unido, a través de las Islas Malvinas, permite o facilita la logística (puertos, suministros) a flotas pesqueras de larga distancia (principalmente de bandera china), está subvencionando la proyección de poder chino en el Atlántico Sur. Permitir la presencia británica en el Atlántico Sur, para EE.UU., representa una contradicción estratégica.

La convergencia estratégica entre Estados Unidos y Argentina se sintetiza en una fórmula clara: Argentina recupera la soberanía sobre las Islas Malvinas y concede a Estados Unidos la base de Mount Pleasant bajo jurisdicción argentina.

Esta opción de “tipo Guantánamo” podría ser geopolíticamente atractiva para Washington: asegura la presencia hemisférica y el orden marítimo en el Atlántico Sur, mientras que, al mismo tiempo, logra el objetivo de eliminar presencias extracontinentales en el hemisferio. Un acuerdo de este tipo podría ser visto como la solución más estable a largo plazo si lo que EE. UU. verdaderamente desea es obstaculizar o contener la proyección de China en el cono sur.

La reorientación de Chile

La creación de un eje trilateral Argentina-Chile-EE.UU. llevaría a Chile a reevaluar su histórica alianza con el Reino Unido. Estados Unidos podría facilitar esta reorientación mediante las ventajas que ofrecería a cambio de que Chile restrinja o cese el apoyo logístico que tradicionalmente ha brindado a las operaciones británicas en el Atlántico Sur.

Chile, buscando la ‘neutralidad activa’, tendería a un desacople de Malvinas y podría argumentar que su alianza con EE. UU. —centrada en la vigilancia marítima de la zona económica exclusiva y la protección Antártica— es una prioridad nacional que no puede ser sacrificada.

Por otro lado, la defensa conjunta tornaría innecesaria la alianza de Chile con el Reino Unido, que tiene un claro sentido defensivo ante la amenaza que representaba Argentina. Podríamos entonces preguntarnos: ¿a quién beneficia que Argentina y Chile estén enfrentados y desconfíen uno del otro?

Divide y reinarás ha sido la premisa histórica de Gran Bretaña en nuestro continente, y así trazó sus mapas en América del Sur. La única potencia mundial que propuso la unidad continental desde el Siglo XIX, fue EE.UU. Y como dijimos antes, Gran Bretaña siempre se opuso

Si Estados Unidos busca asegurar el hemisferio, necesita a Argentina y a Chile en el Cono Sur; si Argentina quiere recuperar poder y asegurar su integridad territorial, necesita a Estados Unidos y a Chile como socios estratégicos. Es hora de retomar el sueño fundacional americano y crear un nuevo mundo para beneficio de sus habitantes.