Nutritivo, delicioso y sin horno: cómo preparar cheesecake proteico en solo 4 pasos, sin ensuciar ni un plato

El cheesecake es un postre clásico y muy apreciado, famoso por su textura cremosa y sabor delicado, ideal para quienes buscan un equilibrio perfecto: ni tan dulce como una chocotorta, ni tan ácido como un lemon pie.
Para quienes quieren disfrutarlo más seguido, existe una versión ligera y práctica, perfecta para cualquier momento de la semana y lo mejor: sin complicaciones y con todo el sabor de un postre delicioso.

Receta de cheesecake proteico
Ingredientes
Para la base:
- ½ banana madura pisada
- 30 g de avena instantánea o harina de almendras
Para el relleno:
También podría interesarte
- 100 g de queso crema o yogur griego
- 30 g de proteína en polvo o leche en polvo
- Un chorrito de jugo de limón (opcional)
- Edulcorante a gusto
Para la cobertura:
- 1–2 cucharadas de mermelada sin azúcar
- Frutos rojos frescos a gusto

Paso a paso
- Mezclar la banana pisada con la avena (o harina de almendras) hasta formar una pasta uniforme.
- Forrar una taza o recipiente pequeño con papel film y presionar la mezcla de la base para que quede firme.
- En un bowl aparte, combinar todos los ingredientes del relleno hasta obtener una mezcla homogénea. Volcar sobre la base y llevar la preparación a la heladera durante 3–4 horas para que tome consistencia.
- Una vez firme, desmoldar con cuidado, agregar la mermelada y los frutos rojos por encima, y listo para disfrutar.
La historia del cheesecake
El cheesecake tiene sus orígenes en la antigua Grecia, alrededor del siglo II a.C., donde se preparaba con queso fresco, miel y harina, y se ofrecía a los atletas en los primeros Juegos Olímpicos como fuente de energía. Los romanos adoptaron la receta y la llevaron a Europa, incorporando huevos y leche para darle más consistencia, y con el tiempo, se popularizó en países como Italia, Francia e Inglaterra, donde se empezaron a experimentar distintas variedades y bases.

El cheesecake moderno, tal como lo conocemos hoy, surgió en Estados Unidos a principios del siglo XX, con el estilo Nueva York hecho a base de queso crema y una base de galletas trituradas. Desde entonces, se ha convertido en un postre internacional, con múltiples versiones: horneado, refrigerado, con frutas, chocolates, caramelo o especias, manteniendo siempre su característica textura cremosa y delicada.