Un bodegón con historia y sabor: dónde queda el bar notable que prepara el mejor revuelto gramajo de Buenos Aires

En el cruce de Lavalle y Callao, donde el ruido del centro porteño se mezcla con las calles que recuerdan al pasado de la Ciudad, resiste un bar que guarda casi cien años de historia: Los Galgos. Considerado un bar notable y emblema del barrio de San Nicolás, este bodegón se reinventó tras la pandemia y, actualmente, es reconocido por uno de sus platos insignia: el revuelto gramajo.
Aunque la fundación del local no tiene fecha precisa, ya que el libro de actas se extravió hace décadas, se estima que abrió sus puertas en la década del 30, impulsado por un inmigrante asturiano que buscaba replicar el espíritu de su tierra. El nombre del bar surgió de su pasión por las carreras de galgos, una actividad hoy prohibida en Argentina.

Entre sus mesas de mármol y su barra centenaria, se sirve una de las mejores versiones del revuelto gramajo que se pueden probar en la ciudad. La receta, a cargo de la cocinera Florencia Dragovetsky, parte de la base tradicional (papas fritas, huevos y jamón), pero suma su toque personal: reemplaza el jamón por panceta, incorpora arvejas y cebolla finamente picada, y corona las papas pay con huevos parcialmente cocidos que el comensal termina de romper al momento de comer.
“La receta original no incluía cebolla ni arvejas, pero estos ingredientes se popularizaron con los años. La cebolla aporta dulzor y la arveja, frescura”, explica Dragovetsky. El plato fue distinguido por el Grupo Gramajo, un colectivo de aficionados liderado por el periodista Alejandro Maglione, que recorre restaurantes en busca de la mejor versión del revuelto.
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La historia de Los Galgos es también una lección de resiliencia. En 2014, tras el fallecimiento de Horacio Ramos, el último propietario familiar, el local cerró. Durante siete meses permaneció abandonado, hasta que el empresario gastronómico Julián Díaz lo alquiló, lo restauró con piezas originales compradas en Mercado Libre y lo volvió a abrir el 1º de diciembre de 2015.
Desde entonces, Los Galgos no solo revive su historia, sino también la del paladar porteño, transformándose en un clásico que renace con cada plato y cada encuentro.
