Vacaciones en Uruguay: la “pequeña Toscana” con bodegas boutique, puentes históricos y playas sobre el Río de la Plata
A tres horas de Buenos Aires, un tranquilo rincón uruguayo destaca por sus bodegas familiares, caminos rurales entre olivares, playas únicas y un encanto que recuerda a las vibras italianas, según el New York Times. Es un lugar ideal para quienes buscan naturaleza, buen vino y desconexión total.

Uruguay se consolidó en los últimos años como un destino elegido por turistas argentinos que buscan naturaleza, calma y seguridad para sus vacaciones. Entre sus propuestas, una ciudad del departamento de Colonia se destaca especialmente por su particular identidad: se trata de Carmelo, un enclave rural y vitivinícola que combina tradición, arquitectura colonial y paisajes que evocan a una famosa región italiana.
El propio New York Times la describió como la “pequeña Toscana uruguaya”, una distinción que potenció su atractivo internacional. Ubicada a solo tres horas de Buenos Aires, gracias a la conexión fluvial desde Tigre, Carmelo se convirtió en una alternativa accesible para escapadas cortas y vacaciones familiares.

Su entorno natural, marcado por viñedos, olivares y caminos rurales, invita al descanso absoluto y al disfrute de una vida pausada que contrasta con la rutina urbana.
Una ciudad marcada por la cultura del vino
El corazón de Carmelo late alrededor de sus ocho bodegas boutique, pequeñas y familiares, que impulsan una producción cuidada y con fuerte identidad local. Algunas mantienen métodos ancestrales transmitidos de generación en generación, mientras que otras adoptaron tecnologías contemporáneas sin perder el espíritu artesanal.
En todas, sin excepción, destaca el tannat, la variedad de uva emblemática del país, protagonista de degustaciones, recorridos y experiencias enoturísticas. Este rasgo distintivo convirtió a la zona en una referencia regional para quienes buscan maridajes, catas personalizadas y visitas guiadas en entornos rurales.

Patrimonio histórico y paisajes únicos
Más allá del universo vitivinícola, Carmelo sorprende por su valor histórico. Uno de los puntos más emblemáticos es la capilla San Roque, construida en 1869 en agradecimiento comunitario tras una epidemia de fiebre amarilla. Su arquitectura colonial y su silencioso entorno rural la transforman en un sitio de contemplación muy frecuentado por visitantes.
El Puente Giratorio de Carmelo, con más de un siglo de historia, es otro símbolo local. Ubicado sobre el arroyo de las Vacas, es considerado el primer puente giratorio de Sudamérica y continúa siendo una pieza de ingeniería activa y un atractivo fotográfico.

A unos minutos del centro, Puerto Camacho ofrece un paisaje que parece detenido en el tiempo: calles de piedra, pequeñas construcciones, una capilla junto al agua, una heladería tradicional y un restaurante orientado al turismo náutico.
Este rincón, rodeado de casas de los barrios El Faro y La Toscanita, es uno de los espacios que más remiten al imaginario toscano por su serenidad y estética.

Playas tranquilas y naturaleza en estado puro
Sobre el margen uruguayo del Río de la Plata se extienden playas amplias y de aguas calmas que completan el atractivo de Carmelo. Zagarzazú y Seré son las más conocidas, ideales para actividades recreativas, caminatas y descanso al sol.
El entorno natural, sin grandes construcciones ni ruidos, es una de las razones por las cuales el destino gana cada vez más popularidad.
Cómo llegar desde Argentina
La cercanía con Buenos Aires es uno de los puntos fuertes de Carmelo. Buquebus ofrece un servicio fluvial que parte desde Tigre y conecta de forma directa con la ciudad uruguaya atravesando el delta del río Uruguay.
Una opción frecuente para quienes viajan desde provincias como Mendoza consiste en trasladarse primero a Buenos Aires, en ómnibus o avión, y luego embarcar hacia Carmelo.
Con experiencias rurales, oferta enoturística, playas, historia y un entorno natural privilegiado, Carmelo se posiciona como uno de los destinos más completos y encantadores de Uruguay. Su equilibrio entre sofisticación y simplicidad le permite recibir tanto a viajeros que buscan desconexión como a aquellos interesados en gastronomía, arquitectura o naturaleza.


















