El “Templo de las pastas”: este pueblo tiene menos de 100 habitantes y es famoso por sus exquisitos ravioles caseros

La inmigración italiana dejó una imborrable huella en el país. Además de los apellidos, una de las máximas tradiciones está vinculada a la gastronomía (pastas, pizzas y recetas), que se trascendieron de generación en generación.
En sintonía, a pocos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, se halla La Invencible, una pequeña localidad bonaerense de apenas 100 habitantes que, durante los últimos años, fue apodada como el “Templo de las pastas”.

En la última década, el pequeño pueblo resurgió del olvido gracias a la gastronomía. Una costumbre vecinal, transmitida en cocinas familiares, terminó por darle al lugar un distintivo sello que atrae visitantes de todas partes.
El gran orgullo local son sus pastas, especialmente los ravioles. Esta pasta rellena, de origen italiano, se prepara con masa casera y distintos tipos de relleno, pero con una textura y un sabor único que lo diferencia del resto.
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Además de los ravioles y sorrentinos caseros, La Invencible sorprende con otras delicias, como por ejemplo, el clásico flan con crema y dulce de leche, el tiramisú preparado con dedicación artesanal y las picadas locales.
¿Cómo llegar a La Invencible?
La Invencible se encuentra en el partido de Salto y está a poco más de 200 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Desde CABA, se accede por la Ruta Nacional 7 y luego por caminos provinciales, lo que permite hacer el viaje en unas 3 horas en auto.
Su ubicación también resulta atractiva por la cercanía a otros destinos turísticos. A pocos kilómetros se encuentran localidades como Salto, Rojas y Pergamino, que ofrecen propuestas culturales y gastronómicas.

En cuanto a lo geográfico, este pueblito posee grandes extensiones de campos verdes, un horizonte abierto y un ritmo de vida tranquilo que invita a la contemplación, características ideales para una escapada.
Su plaza principal es el punto de encuentro para los vecinos y visitantes, rodeada de construcciones bajas y sencillas que remiten a otras épocas. Asimismo, cuenta con monumentos y espacios que reflejan el apego a sus raíces.

Sus habitantes conservan costumbres tradicionales, transmitidas de generación en generación, que se reflejan en las fiestas populares, en la vida comunitaria y en el respeto por el ritmo pausado del campo.