Neurocientíficos alertan que los videos cortos de TikTok, Instagram y YouTube generan efectos más nocivos que el alcohol

El consumo masivo de vídeos cortos en redes sociales, desde TikTok hasta Instagram y YouTube, está modificando no solo la forma en que accedemos a la información, sino también el funcionamiento de nuestro cerebro.
Un reciente estudio citado por Medellín Style advierte que la exposición prolongada a estos contenidos puede generar efectos neurológicos comparables, e incluso más dañinos, que los de un consumo excesivo de alcohol.
El fenómeno tiene una base científica: cada nuevo vídeo activa la liberación de dopamina, el neurotransmisor asociado al placer. Este circuito de gratificación inmediata empuja al usuario a seguir desplazándose en busca de estímulos, creando un hábito que con el tiempo se transforma en dependencia.
Como consecuencia, el cerebro se acostumbra a recompensas rápidas, reduciendo su tolerancia a actividades que requieren paciencia, esfuerzo y concentración, como leer un libro, estudiar o ver una película.
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La historiadora Claire Bishop denomina este proceso como “atención trastornada”, un concepto que refleja cómo los cambios tecnológicos han modificado de raíz nuestra capacidad de focalizar.
“Infoxicación”: qué es y cómo afecta al cerebro el exceso de información
Según Bishop, el predominio de lo efímero y lo inmediato genera fatiga informativa e incapacidad para sostener la atención en contenidos más profundos. Este cambio cultural no solo afecta a la vida académica y laboral, sino también a la manera en que percibimos el ocio y las relaciones personales.
El impacto se intensifica con la llamada “infoxicación”, término que describe la sobrecarga de información a la que estamos expuestos diariamente. En un entorno en el que circulan millones de imágenes y narrativas en tiempo real, los usuarios consumen contenidos de forma superficial, lo que limita la capacidad de análisis crítico y favorece la propagación de desinformación.
Frente a este escenario, los especialistas subrayan la importancia de regular los tiempos de exposición y fomentar espacios que promuevan la atención plena. Ejercicios como la lectura, la meditación, la escritura o incluso caminar sin dispositivos pueden servir como contrapeso a la estimulación digital constante.
El desafío, concluyen los expertos, no está en rechazar la tecnología, sino en aprender a convivir con ella de manera consciente. Las plataformas de vídeos cortos llegaron para quedarse, pero su impacto sobre la cognición humana obliga a repensar cómo equilibrar el consumo digital con prácticas que preserven la memoria, la concentración y, en definitiva, la salud mental.