Primeros pasos para invertir: guía para empezar a “mover” los ahorros

En Argentina, cuando se habla de inversión, los primeros ejemplos que vienen a la mente son siempre los mismos: el plazo fijo en pesos o la compra de dólares para guardar debajo del colchón o dejar en el banco. Son alternativas simples y accesibles, pero limitadas. El plazo fijo rara vez logra ganarle a la inflación y los dólares guardados no generan rendimiento.
Ahorrar e invertir no son lo mismo
El ahorro es guardar dinero con la idea de usarlo más adelante; la inversión, en cambio, busca que ese dinero crezca.
El punto clave es que invertir implica asumir algún nivel de riesgo. La pregunta no es si conviene arriesgarse o no, sino cuánto riesgo está dispuesto a asumir cada persona y con qué objetivo.

La puerta de entrada: la cuenta comitente y el perfil del inversor
El primer paso es abrir una cuenta comitente, algo así como la credencial para poder operar en el mercado financiero. Se abre de forma gratuita en bancos o sociedades de bolsa de forma online.
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A partir de allí, se exige completar un perfil del inversor. Se trata de un cuestionario que clasifica a la persona como conservadora, moderada o agresiva según sus ingresos, edad, objetivos y tolerancia al riesgo. Este paso es fundamental porque no es lo mismo invertir para un proyecto de corto plazo, como cambiar el auto en un año o irse de vacaciones, que hacerlo pensando en comprar una propiedad o en los ingresos con los que complementar la jubilación en 20 o 30 años, por poner algunos ejemplos.
Lo interesante es que ya no hace falta tener grandes sumas: se puede comenzar con montos bajos, de 5.000 o 10.000 pesos, dependiendo del instrumento elegido.
Opciones para empezar a invertir
Quien arranca suele preguntarse: ¿y ahora en qué pongo la plata? El mercado ofrece alternativas para todos los perfiles, cada una con sus ventajas y riesgos.
Las cauciones suelen ser la opción más parecida a un plazo fijo, pero dentro de la Bolsa. El dinero se presta por pocos días o semanas y se recibe un interés a cambio. Son seguras y líquidas, recomendadas para perfiles conservadores.
Los bonos y las obligaciones negociables (ON) representan títulos de deuda. Los primeros son emitidos por el Estado y los segundos por empresas privadas. Pagan intereses en períodos de tiempo pautados de antemano y devuelven el capital al vencimiento. Los bonos suelen estar más atados a la coyuntura económica local, mientras que las ON dependen de cada empresa. En ambos casos, se adaptan bien a perfiles moderados que buscan renta fija, en pesos o en dólares.

Las acciones (pequeña parte de la propiedad de una empresa) son más arriesgadas: su valor sube y baja a diario según lo que pasa con cada empresa y con la economía en general. Pero, a largo plazo, pueden generar buenos rendimientos. Para quienes buscan ir más allá del mercado local, existen los Cedears, certificados que permiten invertir desde Buenos Aires en empresas internacionales o en empresas nacionales que cotizan en bolsas de otros países. Además de diversificar, sirven para “dolarizarse”, aunque también conllevan volatilidad.
Una alternativa muy utilizada por quienes no quieren complicarse eligiendo instrumento por instrumento son los Fondos Comunes de Inversión (FCI). Allí, distintos inversores ponen su dinero en un “fondo común” administrado por profesionales ya sea del banco o de la sociedad de bolsa elegida. Existen fondos conservadores, que invierten en plazos fijos o cauciones; moderados, que combinan bonos y ON; y más agresivos, que incluyen acciones. Antes de invertir se puede analizar la información de cómo está compuesto el FCI. La gran ventaja es que se puede empezar con montos bajos, a veces desde $1.000, y acceder a una cartera diversificada sin necesidad de tener conocimientos avanzados.
Aspectos clave que no hay que perder de vista
A la hora de invertir hay algunos factores que nunca conviene perder de vista. En un país como Argentina, la inflación juega un papel central: dejar la plata quieta casi siempre significa perder poder de compra. Por eso, además de buscar rendimiento, muchas veces invertir es simplemente una forma de proteger el valor de los ahorros. También es clave pensar en el horizonte de tiempo: no es lo mismo necesitar la plata en un mes que dentro de cinco años. Según el plazo, habrá alternativas más o menos convenientes.
Otro punto importante es la liquidez y los costos. No todas las inversiones permiten retirar el dinero en el mismo momento, y siempre existen comisiones o impuestos que impactan en el resultado final.
A eso se suma la importancia de diversificar: no poner todo en el mismo lugar reduce riesgos y da mayor estabilidad.
Y, por último, la educación financiera: leer, informarse y desconfiar de promesas mágicas es tan necesario como el acto mismo de invertir.
En definitiva, invertir no es un terreno reservado para expertos ni requiere grandes sumas de dinero. Se trata de un hábito que, con información y constancia, puede convertirse en un aliado para ganarle a la inflación, hacer crecer los ahorros y cumplir objetivos personales. La clave está en empezar de a poco, con metas claras y sin perder de vista que cada decisión conlleva riesgos, pero también oportunidades. Lo más importante es animarse a dar el primer paso: pasar de guardar el dinero quieto a ponerlo en movimiento.