Figura esencial de la organización nacional, sus ideas se convirtieron en el faro de aquellos hombres que comenzaban a pensar al país como República. Cómo fue la vida del hombre emblema de una generación que abrazó el lema "gobernar es poblar".
Si José de San Martín y Manuel Belgrano fueron los próceres máximos de la Argentina, de Juan Bautista Alberdi deberíamos decir que fue el albañil del país. Con sus ideas, el tucumano fue como aquel obrero que va colocando ladrillo por ladrillo para construir los cimientos de lo que luego será una casa. Su vida estuvo desde muy chico arraigado al sentimiento nacional, ¿cómo sus Bases y punto de partida para una organización Nacional se terminó convirtiendo en el borrador de la Constitución?
A pesar de que Alberdi ha sido uno de los próceres que siempre se ganó el respeto y reconocimiento a través de los años, el triunfo de Javier Milei en el balotaje lo puso nuevamente en el centro de la escena cuando fue mencionado en su discurso de victoria. Una buena oportunidad para repasar su extraordinaria vida.
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Juan Bautista nació el 29 de agosto de 1810, tan solo unos meses después de la Revolución de Mayo. Perdió a su mamá, Josefa Rosa de Aráoz de Valderrama, siete meses después del parto, por lo que fue criado por su padre Salvador quien era amigo de Manuel Belgrano. Juan lo conoció, era habitual de muy chico pasear a caballo con el creador de la bandera.
La tragedia volvió a golpearlo a los 11 años cuando sufrió la pérdida de su papá, sus cuatro hermanos se hicieron cargo de él hasta que en 1824 se fue a Buenos Aires para ingresar al Colegio de Ciencias Morales. Duró poco, pidió que su hermano Felipe lo sacara por no soportar el encierro y castigos corporales.
Terminó de empleado en la tienda de Moldes, cuando tenía tiempo libre siempre se lo veía con un libro o estudiando música. Llegó a usar el piano de Mariquita Sánchez de Thompson para practicar ya que le alquilaba una habitación.
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Era el comienzo del rosismo y Alberdi ya formaba parte del grupo de intelectuales que junto a Juan María Gutiérrez, Marcos Sastre, Vicente Fidel López, Esteban Echeverría y Miguel Cané fundaron el Salón Literario.
Las ideas románticas y filosóficas que llegaron de Europa comenzaron a tomar un tinte político que resultó imposible de ocultar en la época de Juan Manuel de Rosas. Pasaron a la clandestinidad como Joven Generación Argentina donde defendían ideas liberales, volver a las bases de Mayo, terminar con la guerra civil entre federales y unitarios y dictar una Constitución.
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Para 1838 no le quedó otra opción que exiliarse en Montevideo. “Me expatrié voluntariamente por no tolerar la tiranía”, dijo en alusión a Rosas. En la capital montevideana logró recibirse de abogado. Allí emprendió la resistencia desde las letras: “Tenemos ya una voluntad propia, nos falta una inteligencia propia. La inteligencia es la fuente de la libertad. La inteligencia emancipa los pueblos y los hombres. El pueblo es más pacífico a medida que es más inteligente. Y la primera condición de la libertad es la paz”.
Años después, en 1843, viajó a Europa donde conoció a José de San Martín. Sobre su encuentro con el Libertador de América, describió:
"Yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado, y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y, sin embargo de que lo está más que cuando hacía la guerra en América, me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne, pero le hallé vivo y fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación."
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En 1852, cuando Rosas fue derrotada en Caseros, entendió que era el momento de ponerse al hombro la organización nacional. Ese mismo año, en mayo, editó su célebre “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”.
Se lo envió a Justo José de Urquiza y fue el "borrador" de la Constitución de 1853. “El hombre libre no necesita tutores y, como artífice de su felicidad, si tiene que dar cuenta de sus acciones es a Dios y a sus jueces para satisfacción del bien y el orden universal", puede leerse en sus párrafos.
De ahí nace su frase más famosa: "Gobernar es poblar". “El tipo de nuestro hombre sudamericano debe ser el hombre formado para vencer al grande y agobiante enemigo de nuestro progreso: el desierto, el atraso material, la naturaleza bruta y primitiva de nuestro continente”, agregó.
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Contemporánea a Domingo Sarmiento, el sanjuanino en un primer momento destacó su trabajo; pero rápidamente lo criticó y acusó de ser un "agente" de Justo José de Urquiza. Así comenzó un ida y vuelta entre ambos en las obras que fueron publicando.
Primero Alberdi criticó la obra del sanjuanino, "La Campaña del Ejército Grande", atacándolo en “Cartas sobre la prensa y la política militante en la República Argentina”. Sarmiento no se quedó atrás y redobló la apuesta con cinco folletos que llamó “Las ciento y una”, nuevamente el tucumano publicó en respuesta “Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la República Argentina”. Hoy tranquilamente se hubieran contestado con Tuit.
"Nuestro pueblo no carece de pan, sino de educación, pues aquí tenemos un pauperismo mental. Nuestro pueblo argentino muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos en el arte de enriquecer”, reflexionó.
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Cuando Urquiza perdió en Pavón y se produjo el ascenso político de Bartolomé Mitre, Alberdi fue despojado de sus cargos públicos adeudándole sueldos. En 1879 volvió a Buenos Aires pero duró poco, decidió radicarse en Francia en un humilde departamento.
Se enfermó con 73 años y murió en suelo francés el 19 de junio de 1884. En 1889 sus restos volvieron a la patria que ayudó a construir. Estuvo unos años en Recoleta hasta que se dispuso el traslado a su Tucumán natal. Cada 29 de agosto se celebra, en su honor, el Día del abogado.
Sobre aquellos primeros años de la Argentina escribía: "La sociedad ociosa y disipada es origen y causa de su pobreza, aunque habite el suelo más privilegiado del mundo; y con doble razón si el suelo no está habitado por sociedad alguna, ni trabajadora ni ociosa”. Una reflexión que puede aplicarse en 2023.
Por Yasmin Ali
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