El mundo se enfrenta a una creciente inestabilidad con conflictos militares que eclipsan las soluciones diplomáticas, mientras la ONU lucha por mantener su relevancia. La amenaza de un enfrentamiento nuclear aumenta con el cambio en la doctrina de defensa de Rusia y la intensificación del apoyo militar occidental a Ucrania.
El escenario mundial actual nos muestra que el título de la nota que comparto en esta oportunidad podría aplicarse en diferentes escenarios globales. La posibilidad de que un título, tomándolo como una pieza de encastre, pueda encajar en distintas formas, refleja la inestabilidad de la situación mundial, donde los conflictos militares prevalecen claramente sobre cualquier alternativa diplomática.
En su discurso ante las Naciones Unidas, el Secretario General evidenció el difícil rol de esta organización en momentos en que sus miembros parecen preferir dirimir sus diferencias de manera unilateral, lo que genera caos. Una de las razones de esta situación es que la ONU, en su conjunto, no ofrece las respuestas que sus miembros necesitan, no logra soluciones concretas y además está vaciada de poder por sus propios miembros, que a su vez le reclaman soluciones como un hijo adulto a un padre.
La ONU tiene el poder que le confieren sus miembros, pero esta organización, secuestrada por un club selecto que siempre determina el resultado de los conflictos en su propio beneficio, pierde credibilidad. El interrogante es: ¿y entonces? Por el momento, no hay una alternativa mejor. Que cada nación busque solucionar sus problemas de forma independiente está creando un terreno cada vez más complejo.
En este sentido, los conflictos militares cada vez más poderosos e impredecibles hacen que el acuerdo sea más necesario que nunca, especialmente en conflictos como la guerra en Ucrania. Esta guerra puso sobre la mesa en los últimos días la mayor amenaza existencial para la humanidad: la posibilidad de la utilización de armas atómicas.
La decisión del presidente Putin de anunciar el cambio de su doctrina de defensa nuclear es la respuesta a la pregunta que se venía planteando sobre la guerra en Ucrania: ¿hasta cuándo tolerará el Kremlin la participación de la OTAN en la guerra? Aclaro, no es una valoración personal de si está bien o no la ayuda occidental, es un hecho fáctico que la OTAN, por sus intereses, decidió frenar, por el momento, a Rusia en su avance en Ucrania y también buscar su derrota.
El objetivo en sí mismo es complejo y nos lleva a otras preguntas: ¿Puede Rusia perder esta guerra? Quizás deberíamos ser más específicos: ¿Puede Putin perder la guerra sin que esto desencadene su caída? La entrada directa de cada vez más países —los 32 miembros de la OTAN, Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Irán, Corea del Norte y China— muestra lo problemático del tablero de esta guerra en marcha.
Ante la cada vez mayor asistencia militar occidental a Ucrania, en las últimas semanas el presidente ruso llegó a afirmar que su país estaba en guerra contra Occidente. Sin embargo, en los últimos días decidió marcar una nueva línea roja o quizás construir una nueva, ya que todas las anteriores fueron destruidas durante estos dos años de guerra.
Ante el consejo de seguridad, Putin explicó su nueva doctrina militar nuclear. Estos nuevos “detalles” muestran la más profunda y peligrosa amenaza de una posible utilización de armas atómicas si se sigue avanzando, no sobre el terreno ucraniano a recuperar, sino sobre el territorio ruso.
Putin buscó adelantarse a la reunión que, a miles de kilómetros, iban a mantener el presidente Biden con el presidente ucraniano Zelensky. En ese encuentro, no solo se iba a anunciar más apoyo militar sino también conversar en privado algo más importante: la posibilidad de que Estados Unidos le diera luz verde a los militares ucranianos para que utilizaran los misiles de largo alcance que le entregaron a Kiev.
Putin, en diferentes oportunidades, ha marcado los pasos dados por los aliados de Kiev en la guerra y cómo eso iba escalando el conflicto con Rusia, hasta llegar a reconocer que Rusia y la OTAN ya estaban enfrentadas en la guerra.
Como si fuera una estrategia colectiva, tanto Estados Unidos como sus socios de la OTAN han buscado desacreditar estas denuncias rusas y minimizar el choque con Rusia. Sin embargo, esto no cambió la posición de Moscú ni redujo el apoyo occidental en el terreno bélico a favor de Ucrania.
Ante la posibilidad de que los misiles ATACMS estadounidenses y los británicos Storm Shadow comiencen a impactar en objetivos en lo profundo de Rusia, Putin modificó su esquema de seguridad nuclear y advirtió que en ese caso utilizaría su arsenal atómico. Esto nos lleva a otra pregunta: ¿es capaz Putin de echar mano a sus bombas atómicas y usarlas realmente?
Buscar averiguarlo podría costarle al mundo abrir la puerta de lo impredecible, generando una situación nueva que provocará preguntas que difícilmente tendrán una respuesta, ya que el escenario será totalmente desconocido. Si finalmente la respuesta a la pregunta de si Putin podría usar una bomba atómica es afirmativa, debemos tener presente que esto no es similar a lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial, ya que el ataque contra Hiroshima y Nagasaki no podía desencadenar una guerra nuclear. Estados Unidos tenía esas armas y su enemigo no.
En esta oportunidad, la cercanía, la implicación directa de la OTAN en la guerra ucraniana y la eventualidad de que las amenazas rusas se conviertan en una realidad nos llevan a colocar a potencias nucleares cara a cara y, por ende, a una nueva interrogante: ¿Responderá la OTAN con un ataque atómico si Putin lanza una bomba nuclear sobre Kiev?
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