El barrio escondido de Buenos Aires donde vivió Cortázar: casitas inglesas y gatos guardianes

A pocas cuadras de la Avenida San Martín, en la Ciudad de Buenos Aires, hay un rincón que parece detenido en el tiempo. Calles silenciosas, casitas pintorescas, árboles que en otoño tiñen todo de tonos cálidos y gatos que patrullan con calma. Así es el Barrio Rawson, un lugar poco conocido que guarda un secreto literario: fue hogar de Julio Cortázar.
Este barrio de trazado triangular limita con la Facultad de Agronomía de la UBA, lo que le aporta amplias áreas verdes y aire puro. Sus calles curvas, chalets y edificios de estilo inglés se mantienen en estado original, con techos de tejas y jardines llenos de flores, conservando esa atmósfera especial que lo hace único.

La huella de Cortázar en cada rincón
Pero también, la esencia del escritor está presente en cada rincón de la zona residencial, desde la rayuela dibujada sobre el cemento frente a la que fue su casa, pasando por el único bar que hay en la zona, con el nombre “Rayuela”, y hasta tiene una calle con su nombre -ex Espinosa-.
Entre sus particularidades, los gatos vigilan sus calles con calma y presencia, como silenciosos guardianes del barrio. En el centro, una pequeña plaza ofrece tranquilidad absoluta, ideal para relajarse o buscar inspiración.
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Originalmente, el Barrio Rawson se dividía en dos sectores: por un lado, nueve edificios de departamentos de planta baja y tres pisos, distribuidos alrededor de un parque; por el otro, 104 casas unifamiliares alineadas en pasajes internos, como una pequeña aldea escondida en la ciudad.
El escritor Julio Cortázar vivió en uno de esos edificios, en Artigas 3246, frente a la plaza Carlos de la Púa. En homenaje a él, la antigua calle Espinosa fue renombrada como Julio Cortázar, y una placa recuerda el lugar donde vivió hasta 1951, antes de partir hacia París.

Qué hacer y qué descubrir en el Barrio Rawson
Aunque el barrio ocupa solo 13 manzanas y no ofrece los típicos atractivos turísticos, es perfecto para caminar sin apuro, respirar aire puro y dejarse llevar por la inspiración. Sus pintorescas casas de estilo inglés invitan a viajar en el tiempo y el espacio, como si de pronto uno aterrizara en otra ciudad, en otro siglo.

El único local comercial es el bar Rayuela, un homenaje al famoso libro de Cortázar, ubicado en una esquina con vista a los chalets ingleses. Su ambiente tranquilo combina perfectamente con la atmósfera casi de cuento que envuelve al barrio.

Los atardeceres en Barrio Rawson son un espectáculo único: el sol se despide detrás de los edificios mientras la ciudad se prepara para la noche. Y para quienes buscan un momento de calma, el verde de la cercana Facultad de Agronomía invita a hacer un picnic o compartir unos mates al aire libre, disfrutando de un oasis de naturaleza en pleno corazón porteño.