Así se construyó el ascensor panorámico del Obelisco: una obra impresionante con ingeniería nacional de otro nivel

Durante años, muchos soñaron con ver el interior del Obelisco, construido en 1936, pero eso era imposible. Los turistas llegaban a la 9 de Julio con la expectativa de subirlo, como ocurre en la Torre Eiffel o la Estatua de la Libertad, y se encontraban con la decepción de que el monumento no estaba acondicionado para recibir visitantes.
Cuando el Gobierno porteño lanzó la licitación para transformar este símbolo de la Ciudad, ocurrió algo inesperado: la empresa argentina Ascensores Servas, con más de cuatro décadas de trayectoria y responsable de proyectos tan exigentes como un edificio de 85 pisos en Panamá, superó a compañías internacionales y se quedó con la obra. También cuenta con intervenciones en Mendoza, como el edificio del Poder Judicial en San Martín 322.
Detrás del proyecto estuvo Sebastián Aizpun, ingeniero industrial formado en la UBA, con estudios de posgrado en Francia y una carrera enfocada en obras que combinan patrimonio, innovación y precisión técnica.

Un desafío sin planos previos
El primer paso fue estudiar a fondo el interior del monumento. No existían registros digitales sobre espesores, resistencia del hormigón, presencia de hierro o geometría interna, por lo que el equipo tuvo que realizar un relevamiento completo desde cero.
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Para determinar si una estructura cercana a los 90 años podía soportar las 50 toneladas de materiales que implicaba el nuevo sistema, se realizó un escaneo 3D capa por capa. Ese modelo permitió identificar tensiones, calcular refuerzos y diseñar cada pieza sin alterar la fisonomía histórica.
El análisis técnico reveló otra particularidad: no había dos tramos internos iguales. Cada nivel presentaba una configuración diferente, lo que obligó a fabricar más de 9.500 piezas únicas, hechas a medida para encajar en un interior que se angosta a medida que asciende.

Ingeniería al límite
La intervención debía ejecutarse sin cortar calles, sin obstaculizar el tránsito peatonal y con la dificultad adicional de ingresar todos los componentes por una abertura mínima. Para eso se diseñó un esquema logístico muy preciso: dos entregas semanales en horarios de baja circulación y montajes rápidos para liberar espacio y permitir la entrada del siguiente lote.
Dentro del monumento se trabajó con tres turnos diarios, las 24 horas, y con un máximo de quince operarios al mismo tiempo debido al espacio reducido.
En la planta de La Matanza se fabricaron todas las piezas utilizando corte láser de alta potencia, brazos robotizados y soldadura de precisión. Las tolerancias eran tan estrictas que un desvío mínimo podía generar vibraciones o fallas, ya que el pasadizo interno del Obelisco no admite errores.

Un Obelisco renovado desde adentro
La obra incluyó demoliciones controladas, refuerzos de base —sobre todo por la presencia de líneas de subte debajo—, la instalación de una nueva escalera perimetral y el montaje de un ascensor sin sala de máquinas, elegido por su eficiencia energética y su adaptabilidad.
También se incorporaron sistemas de iluminación, cámaras, sensores, seguridad y un videomirror dentro de la cabina, que proyecta contenidos históricos durante el ascenso. El objetivo fue modernizar el monumento sin alterar su identidad, un equilibrio permanente entre tecnología y preservación patrimonial.

Un nuevo recorrido turístico
Con la obra terminada, la Ciudad habilitó las visitas guiadas, que hoy se reservan online y ofrecen una experiencia inmersiva que culmina con la vista desde la cúspide del Obelisco, un punto de observación inédito de la avenida 9 de Julio.
La empresa responsable quedó también a cargo del mantenimiento integral: ascensor, sistemas de seguridad, iluminación, monitoreo y controles técnicos. Su trayectoria en edificios complejos y patrimoniales —como trabajos en la Casa Rosada, torres en Uruguay y Panamá, y la estructura independiente para la Confitería del Molino— fue clave para encarar un proyecto que requería precisión sin detener el ritmo urbano.
El equipo liderado por Aizpun logró combinar tecnología de vanguardia, mano de obra nacional y respeto por el valor histórico del monumento. La intervención demostró que es posible desarrollar obras de alta complejidad en el país preservando la identidad patrimonial y sumando nuevas experiencias para los visitantes.


















