El presidente electo ha expresado escepticismo sobre la capacidad de EEUU de proteger a Taiwán ante una posible invasión china, destacando factores como la distancia geográfica y la cercanía de la isla al continente asiático. ¿Seguirá siendo Taiwán un pilar central en la estrategia estadounidense para contener a China?
Por Damian Carca - Geopolítica en acción
Viernes 22 de Noviembre de 2024 - 13:45
En tiempos de Guerra Fría, el general estadounidense Douglas MacArthur dijo acerca de Taiwán: “Formosa (Taiwán) en manos de los comunistas puede compararse con un portaaviones insumergible y un submarino auxiliar [un barco que suministra submarinos] idealmente ubicado para llevar a cabo la estrategia ofensiva soviética y, al mismo tiempo, las operaciones de contraofensiva de jaque mate de las fuerzas estadounidenses con base en Okinawa y Filipinas". El nuevo mandato de Donald Trump, marcado por la incertidumbre respecto a sus relaciones con los aliados europeos, nos lleva también a reflexionar sobre el futuro de otras regiones que dependen de la defensa estadounidense, como es el caso justamente de Taiwán.
El presidente electo Donald Trump ha expresado escepticismo sobre la capacidad de Estados Unidos para proteger a Taiwán ante una posible invasión china, destacando factores como la distancia geográfica y la cercanía de la isla al continente asiático. Esta postura genera dudas sobre si su administración mantendrá el compromiso estratégico tradicional de Washington en el Indo-Pacífico y, en este contexto, surge una pregunta clave: ¿seguirá siendo Taiwán un pilar central en la estrategia estadounidense para contener a China?
Existen dos posturas sobre este tema. La primera subraya la necesidad de defender Taiwán, argumentando que su anexión por parte de China consolidaría el control de Beijing sobre la primera cadena de islas, un cinturón estratégico que engloba a Japón y Filipinas. Esto no solo debilitaría a aliados clave de Estados Unidos, sino que también alteraría el equilibrio de poder en Asia, permitiendo a China proyectar su influencia militar y económica a través del Pacífico.
La segunda postura argumenta que el gigante asiático no necesita a Taiwán para amenazar a Estados Unidos, dado que ya cuenta con capacidades militares para proyectar su poder en la región y la toma de la misma no le daría una ventaja estratégica. Sin embargo, el verdadero eje de la contención reside en la segunda cadena de islas, donde Japón y Filipinas son las piezas estratégicas fundamentales. Mientras estos dos países permanezcan fuera del alcance de la coerción de China, esta enfrentará serias limitaciones para extender su poder hacia el Pacífico, incluso si logra anexar Taiwán.
La administración Trump se enfrentará a una creciente presión, considerando el cada vez más agresivo liderazgo de Xi Jinping, quien ha acelerado la modernización militar china y establecido que la "reunificación" con Taiwán es un objetivo clave para el "gran rejuvenecimiento nacional".
En este contexto, Trump deberá evaluar cuál de las dos estrategias —priorizar el compromiso defensivo en la región o adoptar un enfoque más transaccional— se alinea mejor con su lema America first, equilibrando intereses nacionales inmediatos con el impacto a largo plazo en el liderazgo global de Estados Unidos. ¿Podrá la administración Trump redefinir la estrategia de contención en el Indo-Pacífico para enfrentar un Pekín en ascenso, preservando el equilibrio geopolítico en Asia? ¿o su visión transaccional podría recalibrar los compromisos estadounidenses de forma que altere el orden regional? ¿Dejará a Taiwán librado a su propia suerte?
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