El misil nuclear de Rusia que amenaza a Europa: ¿por qué es un gran problema para un continente entero?

Misil hipersónico ruso. Foto: EFE

En el complejo ajedrez geopolítico global, el armamento estratégico desempeña un papel crucial. En este contexto, el misil ruso Iskander-M cobra una relevancia particular. Se trata de un sistema de misiles balísticos que se convirtió en un símbolo del poderío militar de Rusia y de sus crecientes tensiones con Occidente.

El despliegue de este sistema en áreas estratégicas coloca a Europa en una situación de vulnerabilidad, lo que obliga a la OTAN a reconsiderar sus estrategias defensivas ante un armamento que podría desencadenar un conflicto con consecuencias devastadoras.

Un complejo Iskander-M camuflado durante un ejercicio ruso. Foto: Wikipedia

La peligrosidad inherente a este armamento radica en su capacidad para transportar diversos tipos de cargas y realizar maniobras evasivas, lo que dificulta considerablemente su detección y eventual neutralización.

Además, el sistema Iskander tiene la capacidad de modificar su objetivo durante el vuelo, siguiendo una trayectoria cuasibalística que complica su interceptación efectiva.

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Este sofisticado misil posee un alcance que varía entre 400 y 500 kilómetros, lo que le permite impactar objetivos estratégicos en Europa desde la región de Kaliningrado, un enclave ruso situado cerca del Mar Báltico.

El Iskander es capaz de transportar diversas cargas, que van desde explosivos convencionales hasta nucleares, incluyendo cargas termobáricas. Su precisión es destacable gracias a su avanzado sistema de guiado que combina tecnología GPS y sensores de radar.

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Misiles rusos amenazan a Europa

El sistema de misiles Iskander fue estratégicamente desplegado en Kaliningrado, un enclave ruso que se encuentra en proximidad a Polonia. Este sistema tiene la capacidad de alcanzar objetivos en naciones como Alemania, Suecia, Letonia y Lituania, lo que amplía su alcance geopolítico en la región.

Lanzadera móvil de misiles Iskander. Foto: Wikipedia

Rusia emplea este misil como un instrumento de presión en el ámbito diplomático, amenazando con su despliegue en respuesta a la instalación de sistemas de defensa antimisiles de la OTAN en el área.

Además, su lanzamiento puede llevarse a cabo en cuestión de segundos desde plataformas móviles, lo que incrementa su capacidad de sorpresa y reduce el tiempo de respuesta de las defensas adversarias. Esto representa una gran preocupación para Europa.