Cayetano Domingo Grossi fue ejecutado luego de que se comprobara que había violado a sus hijastras y asesinado a los cinco bebés que tuvieron. Cómo la policía logró que confesara y la espeluznante escena donde encontraron a uno de los recién nacidos.
Momento de la ejecución de Grossi.
La historia criminal argentina está repleta de personajes que han mantenido en vilo a la sociedad de la época por la gravedad de sus actos y ensañamiento con sus víctimas. La famosa fascinación del horror ha despertado la curiosidad y el interés de los argentinos, siguiendo las crónicas de aquellos personajes con detalles escabrosos de sus crímenes que luego pasaron a la posteridad.
Son varios los ejemplos: Cayetano Santos Godino o mejor conocido como “El petiso orejudo”; Mateo Banks; Carlos Eduardo Robledo Puch y Yiya Murano. Pero poco se ha comentado la terrible historia de Cayetano Domingo Grossi quien fue el primer asesino serial del país cuyos asesinatos hielan la sangre.
Cayetano nació en 1854, sin poder confirmarse el día y el mes, en Italia donde se casó con Rosa Ursomarso y tuvo dos hijos a los que abandonó para partir rumbo a la Argentina en 1878 donde trabajó como botellero, vendedor ambulante y carrero entre otros oficios. En octubre de 1879 pasó siete meses presos por herir a Carlos Terrani quien era el dueño de la casa donde alquilaba una habitación. Tiempo después conoció a Rosa Ponce de Nicola quien tenía tres hijas: Catalina, Clara y María. Aún no lo sabía, pero conocerlo sería el mayor de los infiernos.
Cayetano nació en Italia en 1854.
Con Rosa tuvo tres hijos: Carlos, Teresa y Lorenzo; vivieron en el Paseo de Julio, hoy Avenida Libertador, y Pasaje Seaver hasta mudarse a Artes -hoy Carlos Pellegrini- al 1438 en el barrio de Retiro. Cuando todo parecía concurrir con normalidad para la familia ensamblada, un espeluznante hallazgo por parte de la policía haría cambiar todo: el 29 de mayo de 1896 se encontró en una fábrica de grasa una bolsa de basura que contenía el brazo de un bebé recién nacido. Sin tener pistas claras la investigación se cerró sin culpables.
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Dos años después, el 5 de mayo de 1898, se encontró en el mismo lugar los restos de otro bebé recién nacido con el cráneo destrozado y en estado de descomposición. Se pudo establecer que en sus brazos y manos tenía quemaduras de primer y segundo grado y que la causa de la muerte había sido por ahorcamiento. El cadáver estaba envuelto en arpillera y con restos de un saco de hombre color negro; además descubrieron papeles con direcciones postales que ayudaron a establecer cuál era el carro que había recogido la bolsa. El carretero confesó que había visto los restos, pero optó por callarse para no quedar involucrado.
El cura Macceo dándole el último consuelo a Grossi en la capilla de la Penitenciaría Nacional.
Pero la clave para dar con el principal sospechoso surgió gracias a que los pedazos del saco que estaban en la bolsa daban cuenta de un desgaste en las espalderas, ayudando a los investigadores a concluir que el dueño debía ser un vendedor ambulante. Además, había restos de cigarrillos y granos de anís, consumidos comúnmente por españoles y calabreses.
Teniendo en cuenta el recorrido diario que hacía el carro de la basura, y sabiendo que buscaban a una persona de pocos recursos, se estableció un domicilio: una casa de la calle Artes al 1438 donde vivía una familia que siempre vestía de luto. La cara del horror estaba a punto de conocerse.
El tiro de gracia de Cayetano.
La policía logró determinar que Cayetano, el hombre de la casa, mantenía relaciones sexuales con dos de sus hijastras. Los vecinos declararon que habían notado que Clara, una de ellas, estaba embarazada; pero "de un día para el otro" la vieron en un estado normal sin saber lo que pasó con el bebé. Un día después se realizó un allanamiento en la vivienda, debajo de la cama descubrieron una lata cuyo interior horrorizó a los investigadores: el cuerpo de un bebé envuelto en trapos. Grossi confesaría que el saco encontrado en la fábrica era de su hijo Carlos y que asesinó al bebé porque su hijastra “se lo había pedido”.
Los escabrosos detalles de los crímenes de este hombre apenas se estaban conociendo. Su esposa Rosa y su hija declararon que esta última tuvo dos hijos con su padrastro, algo que en un primer momento Grossi negó alegando que el padre de esas criaturas era el novio de ella. Poco duraría esa coartada ya que no solo confesó que era el asesino de aquel bebé encontrado en 1896, además reconoció haber tenido un hijo con su otra hijastra: Catalina. En total tuvo cinco hijos con sus dos hijastras: uno con Catalina y cuatro con Clara; tres de ellos murieron estrangulados y los otros dos quemados.
El cadáver de Grossi, a punto de ser colocado en el ataúd.
El asesino intentó violar a la otra hijastra, María, pero las hermanas mayores lograron impedirlo. Se supo que Grossi ayudaba en el parto para luego deshacerse de los bebés, todo en presencia de ellas. Las mujeres eran sometidas por Cayetano, pero hace más de 120 años la figura de víctima no existía para la Justicia y terminaron siendo condenadas a 3 años de prisión como "encubridoras". El hombre por su parte fue condenado a la pena de muerte.
El juez Madero indicó en la sentencia que se confirmó el 5 de abril de 1900: “Por estos fundamentos y de acuerdo con el Ministerio Público, fallo esta causa definitivamente, condenando a Cayetano Grossi a la pena ordinaria de muerte que será efectuada en la Penitenciaría Nacional, conforme a los artículos 56, 57 y 58 del Código Penal y 559 y 560 del Código de Procedimientos. Condeno igualmente a Rosa Ponce de Nicola, Clara Nicola y Catalina Nicola a la pena de tres años de prisión para cada una de ellas, como también al pago solidario de las costas procesales”.
Se llevan el cuerpo para ser enterrado de Cayetano.
Fue ejecutado a las 8:00 del 6 de abril en la Penitenciaría Nacional de Las Heras y continuó defendiendo su inocencia hasta el último momento:
“He tenido cinco hijos cristianados, en una sola mujer; de ellos, tres viven, dos varones y una mujer. Los otros dos, que eran mujeres, murieron aproximadamente hace quince años. Yo recibo con resignación la pena que se me ha impuesto, pero soy inocente. Yo no soy culpable de las muertes de esas criaturas porque las culpables son esas mujeres que me han acusado asesino de sus hijos. Yo no soy el padre de las víctimas; los padres de esos niños eran los amantes de las mujeres, Nicola. Si yo fuera un asesino tan feroz, yo hubiera muerto a mis hijos con la madre. ¿Cómo es posible que una madre haya permitido que yo asesinara sus propios hijos? ¿Por qué no me acusaron ante la Policía cuando yo salía a la calle, las madres de las víctimas? No siento morir y hago esta declaración por el amor a mis hijos legítimos”.
Por Yasmin Ali
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